Desde las primeras armas dentro del periodismo hace 40 años, haciendo el móvil de Radio Colón había dos temas entre tantos constantes y concurrentes, todos los años a partir de marzo y en el comienzo del ciclo lectivo se presentaba el remanido tema de la pediculosis y por supuesto, las inundaciones, torrentes de agua y barro en el gran San Juan, con la clásica emergencia de carpas, lonas, nylon, hospedar a las familias en escuelas, derrumbamiento y pasar en este caso de los 44 grados infernales a lluvias que golpean a la gente a los techos resquebrajados de las viviendas por el intemperante sol del verano, el problema con el déficit habitacional y la desesperación de la gente cuando se encuentra ante un panorama desolador.
Son imagenes que vuelven como sucede ahora, que ante el aguacero, la precariedad de todavía casas construidas con adobes los viñateros que tiemblan ante el perjuicio para la uva y los frutales en general, porque hoy se vive un panorama mucho más complicado por la falta de agua que no trae el río. Y tan solo ayer había problemas de la revenición, demasiada agua, subía el salitre y secaba las plantas, paradójicamente sobre charcos de agua.
El problema remanido de los cortes de luz, de las oscilaciones en la tensión que destruye electrodomésticos y electrónicos todo en un mismo contexto, aparece el contraste de edificaciones que dan gusto y otras que dan disgusto. Han pasado 40 años, aquella ciudad reconstruida que otrora fue la más moderna y funcional del país hoy se muestra desolada por el calor por la inundación dentro de un contexto capitalino que se quedó en el tiempo ante veredas anchas y creatividad corta de intendentes de todos los colores tambien en distintos departamentos. 66 millones de dólares fue vendida el SES o las joyas de la abuela para que los problemas continuen, con la sequía, el viento y cualquier fenómeno climático que nos deja en la oscuridad de la intemperie. El agravante es el problema nacional que no hace obra pública y se nota la disminución de construcciones que puedan paliar el deficit habitacional, al fin de cuentas han pasado 40 años y en Macondo llueve transpiración desoladora y seca. Se vienen los vientos que tapan de tierra las esperanzas y las lluvias que nos bañan de barro que sale por el surtidor. La cuestión no es llorar sobre la leche derramada, el fundamento del hombre y su perspectiva no es mirar por el espejo retrovisor sino fomentar el propósito de una vida saludable y para colmo la pandemia sacude el barullo social entre carnavales muertos que no se animan a resucitar al rey Momo, otrora baluarte del San Juan jubiloso y estridente, entre comparsas, chicha y perfumes de albahaca. Llueve y se agrieta todo porque no llueve, no llueve y no hay agua despues sobra agua que no es agua y curiosamente faltan líderes pero sobran dirigentes para conducir, pero liderar es transformar desde la política como un bien público y no el negociado familiar como venimos viendo en gestiones anteriores. El SES no está y Osse tiene estructuras perimidas, entonces el ayer golpea con fuerza y se muestra en carteles de innumerables casas que lucen: SE VENDE. San Juan debe levantar el ánimo y arremangarse porque el futuro se parecerá más a Aracataca que a silicon valley.