LA PALABRA ES LA MAYOR TRANSFORMADORA DEL MUNDO.

El arte no solamente refleja la realidad sino que la crea. Los seres humanos siempre estamos pensando, pintando, escribiendo, interpretando, actuando, reflejando como seres racionales la realidad y la creamos, la reformamos a esa misma realidad como si fuera de plastilina. Vamos a ser más claros, Sarmiento, Alberdi y Mitre entre otros, intepretaron al mundo, lo escribieron y luego se involucraron. Sarmiento creó el sentimiento educativos, Alberdi nos dio las bases de la Constitución y Mitre es el creador del estado; los tres imaginaron, reflejaron y soñaron la utopía de una república que luego forjaron. Hay dos mitos fundacionales: El Facundo de Sarmiento y El Martín Fierro de Hernández; hasta el primer centenario prevaleció la obra Sarmientina cuando la Argentina optaba por la civilización en vez de la barbarie. Con el correr del siglo XX, la sociedad se relaja, reflotan a Rosas, un sanguinario secesionista y el viejo Vizcacha empezó a vender manuales sobre la picardía criolla. Y no es verso Porque si se hubiera canonizado la obra de sarmiento no hubiera prevalecido desde la aparición del Peronismo el caudillismo populista y retardatario, con matices de la obra de Hernández ante un gaucho miserable, amargado y desertor.

Oscar Wilde sostiene que Japón fue inventado por sus artistas y el siglo XIX por Balzac. La vida imita al Shakespeare y no alrevés. No es petulancia entonces cuando decimos que la naturaleza imita al arte. Hoy Rosas está dando clases y sus alumnos son Baradel, Los  Moyano, La nueva versión de los tres mosqueteros, dos hombres y una mujer: los Fernández, Cristina, Alberto y Aníbal. Por eso como decía alguien, lo importante de la historia no siempre es quien la escribe sino los que la borran y la distosionan. Debemos pensar, quien y que historia estamos escribiendo y borrando hoy los argentinos, porque sus efectos ya están teniendo consecuencias. Hace más de 70 años que estamos padeciendo el desmantelamiento filosófico,moral y económico de la Argentina que necesita ser repensada, para ello se requiere el trabajo titánico de sacar a los impostores del aula, porque degeneran en un poder maléfico que como bien lo confesaba Yabrán: el poder es la impunidad. Deben volver a la escuela para ser reivindicados los que soñaron y pergeniaron a la Argentina en aquel siglo 19 de notables, de lo contrario el naufragio nos lleva a esta calamidad de corruptos ya sea emprensarios, políticos, periodistas, profesionales, impostores al por mayor que se instalaron en el entretejido de esa realidad que nos congela las motivaciones. ¿Acaso no es una nostalgia cosmopolita Buenos Aires cuyo mayor atractivo sea un cementerio?. La Recoleta.

Por eso vemos con desánimo que toda la escoria siempre termina en el poder que se lleva puesta a generaciones de argentinos. A lo dicho ensamblamos a la extraordinaria Ana Arendt, alumna privilegiada de Martín Heidegger con su obra La Banalidad del Mal.

Según esta alemana judía, amante de su mentor, sostiene que monstruos como Adolf Eichmann y toda la caterva de genocidas, muchos de buen pasar en nuestro país, si bien eran demonios terroríficos, cuando se los desmenuzaba, no eran otra cosa que tipos comunes, simplones, primarios, elementales, que podían hacer los mandados, llevar los niños a la escuela (recordemos la serie los Soprano) y que en el caso de Eichman cuando se lo interrogó sobre las atrocidades en los campos de concentración solamente atinó a decir: «yo obedecía órdenes», nada más. Son seres bajos que si hurgamos es como si estuvieran castrados de todos los talentos y dones que significa ser hombres, son mutilados en vida, máquinas programadas para la perversidad y nada más, cuando sobresalen algunos que se destacan con la inteligencia del mal. (el mal y la mentira Scott Peack).

Salvando distancias y graduaciones, deberíamos pensar en Qué Argentina nos reflejamos y la deshacemos, la escribimos y la hacemos, por comisión y omisión, ya que de tibios conocemos bastantes que se exculpan con alguna obra de caridad. Esto nos hace acordar a Miguel de Unamuno quien solía segun su humor darle una moneda a un pordiosero todos los días cuando salía a caminar. Una vez, parece que alivió su conciencia, con buen humor salió a caminar y se olvidó del mendigo entonces éste, que era mendigo pero no boludo le gritó: ¡Don Miguel..mañana, busquese otro mendigo!!!.

Pensemos bien sobre quienes desde hace un siglo vienen escribiendo y leyendo mal a la realidad Argentina que la creamos entre todos, ya que por lo que se ve, entramos a la curvatura perversa del setentismo, el huevo de la serpiente le da vida a más serpientes y para repensar a la Argentina, no hace falta matarlo a Borges como pedía Gombrowicz, porque el ciego que mejor veía, nos metía en el mundo surrealista, pero sus frases son contundentes o escuchemos un tanto de Discépolo con su frío diagnóstico y a veces autopsias que le practicaba a esta sociedad sobre la mesa de un bar.

Así es querido lector…carniceros que imaginaron, luego escribieron y finalmente parieron lacras como el arquetipo de un motochorro. Con esta dirigencia en el poder que se bate en retirada quemando todo, en su penúltima batalla cultural Kirchnerista, Cristinista,Camporista, Setentista solamente nos podemos imaginar un episodio que nunca olvido, aquel dentista que me preguntó: ¿prefiere antestesia? y le contesté: metalé asi no más…hasta que con el torno me tocó el nervio. Todavía tengo los pelos de punta.

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