El corazón de Maradona, el gurú de Putin y el peronismo
Alguien tuvo la idea peregrina de trasladar el corazón de Diego Maradona al Mundial de Qatar para colaborar desde su inerte circunstancia con la selección de fútbol.
Llevar al corazón de la muerte como talismán.
El uso de los difuntos es un clásico argentino. Como ocurrió este 24 de marzo, cuando otra vez una facción se apropió de la memoria para desdibujarla, para manipular la muerte, para capitalizar la tragedia en función de la desventurada coyuntura política.
Por cierto, para Máximo Kirchner hay muertos más respetables que otros.
Según el hijo de Cristina Fernández los porteños votan a quienes ocultaron y ocultan la dictadura.
Todos los habitantes de la ciudad son para él cómplices de Videla y los demás genocidas.
Esas generalizaciones brutales exhiben su nivel intelectual y político.
Detrás de esas bajezas se yergue una singular filosofía política.
Parece antagónico pero, sin embargo, hay explícitos puntos en común con el filósofo que operó como gurú de Vladimir Putin, Alexander Dugin, que es peronista. Un ruso nacionalista y compañero. Calificó al general Perón como “un genio”. Y agregó “Es el profeta ontológico”.
“La esencia del justicialismo está contra el materialismo comunista y contra el liberalismo y el capitalismo. La tercera posición está con las raíces del pueblo, del trabajo noble. Por eso existe la CGT”, enfatizó el inesperado justicialista moscovita.
Dugin visitó la Argentina en 2014 y habló en la CGT en la calle Azopardo.
En su libro Logos argentino, Dugin coincide entre otros con el pensador nacionalista Rodolfo Kusch para quien existe un “núcleo ético mítico”, un espacio terrestre profundo en el que vive la verdad, la raíces de un modo de ser del pueblo que se entronca y realiza en el peronismo.
Para Kusch esas raíces subyacen en las estribaciones de la civilización incaica, en lo que fue el Alto Perú. Kusch se radicó en Jujuy, donde demócratas como el escritor jujeño Héctor Tizón sospecharon de los vínculos de Kusch con la dictadura.
Dugin cree que Rusia es el “corazón de la tierra”. Y que ese corazón debe bloquear a las culturas del mar, a las liberales, que no tienen raíces, las civilizaciones occidentales europeas que hicieron del comercio y, después de la globalización, su razón de ser. Desde Rusia, el corazón de la tierra, cabe someter entonces a los ucranianos demócratas para recuperar ese espacio del corazón: Kiev, donde en el siglo IXd.C surgió la civilización rusa.
Dugin consideró que en 2014 Putin se equivocó al no invadir entonces toda Ucrania, sino sólo la península de Crimea.
Ahora cree que el líder invasor ha acertado profundamente. Se trata de liquidar a los ucranianos infieles al corazón de la tierra. Dugin los califica de “insectos” y de “ratas”.
El “gurú” ruso reivindica -a la vez- profundamente el concepto de “Comunidad Organizada” de Perón, lo que desde otras visiones es concebido simplemente como corporativismo verticalista.
Para Dugin atravesamos la “cuarta ola” de la geopolítica, después del liberalismo, del comunismo y del fascismo, a los que hay que superar en aras de un multilateralismo que habrá de exhibir la superioridad de las culturas de la tierra en contraposición con las marítimas.
La tierra es para él la eternidad y el mar es la metáfora de un tiempo líquido que se acaba y Rusia, insiste, es la vanguardia de la tierra.
“Rusia puede salvarse y salvar a los otros”, pontifica Dugin, detrás de sus barbas decimonónicas y su capacidad lingüística; habla y muy bien quince idiomas. Es un notable letrado del autoritarismo.
Pondera, Dugin, que la Argentina le haya dado, según él, la espalda al mar y que el mar aquí nunca haya sido un problema.
Omite concebir que la Rusia de Putin tomó Crimea para abrirse al Mar Negro. O que la Argentina afronta un real problema marítimo en Malvinas. Dugin estima que el problema de Malvinas es sólo continental.
El extraordinario y sorprendente eje filosófico entre el pseudo dostoievskiano, Dugin y el peronismo nacionalista retrospectivo de la Argentina explica fanatismos y odios arraigados hacia el liberalismo histórico.
Todo desciende hacia las calles desde los sectarios de los núcleos éticos míticos que refutan en el fondo toda forma de cultura urbana diversa en sí misma y laica.
Dugin reivindica al nazi Martin Heidegger, sin considerarlo nazi. Asevera, siguiendo sus elucubraciones que atravesamos una medianoche del Ser, una oscuridad que nos hunde en la inautenticidad, pero que puede advenir un acontecimiento que puede cambiarlo todo.
Por ejemplo, según Dugin, esta invasión a Ucrania.
De manera inconsciente quizás los históricos coqueteos argentinos con Moscú tienen algunas sendas en común explicitadas por Kusch y por Dugin, filósofos de la religiosidad arcaica y de la anti libertad.
El corazón de la muerte los acompaña.