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Los 70: la joven montonera que asesinó al jefe de la Policía Federal después de hacerse amiga de la hija
Ana María González, de 20 años, colocó una bomba debajo de la cama del general Cesáreo Cardozo, en junio de 1976, en Belgrano; fue la mujer más buscada del país
La amistad que la militante montonera Ana María González forjó en el Normal 10, de Belgrano, con su compañera de curso Chela Cardozo, hija del jefe de la Policía Federal, el general de brigada Cesáreo Ángel Cardozo, le permitió establecer un vínculo de confianza y ese ardid le abrió puertas. Ambas cursaban el magisterio y eso facilitó que “Anita” ingresara una tarde sin despertar sospechas en el edificio de Zabala 1762, a metros de la avenida Luis María Campos y frente a donde hoy se encuentra la torre de la Universidad de Belgrano. Una vez por semana dormía en su casa. Y sus manos ejecutaron una de las acciones más impactantes de la violencia de los años 70.
Habían pasado tres meses del golpe militar de 1976 y la caja de perfumes Crandall que llevaba, entre libros y carpetas de estudio, pasó inadvertida. Como lo había planificado, ya en el departamento del 2° piso “B”, la joven, de 20 años, le pidió a su amiga hacer un llamado telefónico, por lo que ingresó al dormitorio del padre y, a las 18.40, colocó la caja, que guardaba una bomba de elaboración casera, con alto poder explosivo y detonación programada, debajo de la cama matrimonial. El artefacto, con una carga de 300 gramos de trotyl, estalló a la 1.35 de la madrugada del viernes 18 de junio. Cardozo murió en el acto.
Los Montoneros se adjudicaron más tarde el atentado, a 21 años del bombardeo a la Plaza de Mayo, del 16 de junio de 1955. Reivindicaron la figura de Ana María González, que ejecutó una decisión que había tomado el Pelotón de Combate Carlos Caride del Ejército Montonero, como lo señala el libro “La memoria de los de abajo (1947-2007)″, de Roberto Baschetti.
La esposa del militar, Susana Beatriz Rivas Espora, recibió heridas de gravedad y fue trasladada al Hospital Militar, a siete cuadras del domicilio atacado. También sus hijas María Graciela, de 19 años, y María Mercedes, de 15, fueron llevadas allí, conmocionadas y en fuerte estado de shock.
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El ataque provocó la reacción de las Fuerzas Armadas. En un mensaje por TV, dirigido a los “padres, madres e hijos sanos de nuestro país”, el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, denunció “la cobardía y frialdad criminal” de la joven que se había ganado la confianza de la familia Cardozo. Apuntó inicialmente a la autora del atentado como integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) –luego se confirmó que pertenecía a Montoneros– y advirtió que la hija de Cardozo “confió en su amiga, creyendo que los sutiles comentarios de izquierda que de tanto en tanto deslizaba eran inquietudes sociales de una buena compañera y no las palabras de una poderosa agente del ERP”.
Dos años antes, en noviembre de 1974, un ataque de Montoneros había matado con una bomba al comisario Alberto Villar, por entonces jefe de la Policía Federal, mientras navegaba en el Tigre con su familia.
A lo largo de 1976, Montoneros llevó adelante más de 400 acciones armadas. Incluso, algunos de sus dirigentes confiaban en que el golpe de Estado iba a generar un rechazo generalizado y un consiguiente respaldo a sus acciones, predicción que no se cumplió.
Tras la muerte de Cardozo, el general Arturo Corbetta asumió la jefatura de la Policía Federal y dos semanas después se produjo otro ataque guerrillero al comedor de la institución policial, lo que llevó al endurecimiento de la represión, estrategia que no fue del todo compartida en ese momento en el gobierno militar. Así, a los pocos días, Corbetta dejó su cargo en manos del general René Ojeda.
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Promoción 76
Cardozo había nacido el 27 de febrero de 1926 y pertenecía a la promoción 76 del Colegio Militar, de donde egresó en 1947. Entre otros destinos, fue jefe del Regimiento 11 de Infantería de Montaña y subdirector de la Escuela Superior de Guerra. Fue agregado militar en Chile entre 1972 y 1974 y estaba allí cuando se produjo el golpe militar de Augusto Pinochet. En 1975 ascendió a general de brigada, fue comandante de la Brigada III de Infantería y asumió la dirección de la Escuela Superior de Guerra. La Junta Militar lo designó jefe de la Policía Federal en marzo de 1976.
El sepelio se realizó en la Chacarita y despidió sus restos el entonces director del Colegio Militar, general Reynaldo Bignone, quien había sido compañero de promoción. Otros cursantes de la misma camada que llegaron a general fueron José Rogelio Villarreal y Antonio Domingo Bussi, entre otros. Bignone lo recordó como “un soldado íntegro, honesto, modesto, tenaz, inteligente, sincero y un hombre de bien”. Su hijo Eduardo Daniel Cardozo había egresado del Colegio Militar cuatro años antes y permaneció en el Ejército hasta su retiro, en 2005, con el grado de coronel.
A las pocas horas del atentado se difundieron datos de la atacante. Había nacido el 28 de octubre de 1955 y sus padres eran Abel Roberto González, médico cirujano, y Ana María Corbijn, separados hacía tres años y sin filiación ideológica conocida. Su madre vivía en Béccar, con su hijo Abel Roberto, de 23 años, y su domicilio fue allanado a las pocas horas.
El historiador Federico Lorenz rastreó la vida de la militante montonera en su libro “Cenizas que te rodearon al caer”. Recuerda el paso de Ana María González por el colegio San Francisco, de San Isidro, y su participación en movimientos políticos barriales en la zona norte del conurbano, a partir de 1973. Recoge testimonios de excompañeros de estudios que la describen como “estudiosa, solitaria y discutidora” y sostiene que el atentado de la calle Zabala “fue percibido como un elemento de cohesión propagandística para el gobierno militar”.
Como narra Lorenz en su biografía, el atentado a Cardozo convirtió a su autora en la mujer más buscada del país. La revista Gente publicó su identikit en la portada. Tras colocar la bomba que mató al padre de su compañera de estudios, pasó a la clandestinidad y eludió la intensa búsqueda que emprendió la policía.
Al año siguiente, sin embargo, Ana María González no pudo evitar un control militar en San Justo, mientras viajaba en un auto con su pareja, Roberto Santi, y se desató un tiroteo, que la hirió de gravedad. Su novio la llevó a un médico montonero de su confianza, que diagnosticó “la necesidad de una cirugía mayor”, explica el libro de Baschetti. Pero ella se negó a ir a un hospital, para evitar ser apresada y finalmente falleció. Testimonios de miembros de la organización guerrillera coinciden en que, a la mañana siguiente, luego de velarla en la intimidad, se decidió incendiar la vivienda para no dejar rastros e impedir que su cuerpo “cayera en manos de la Policía Federal”.
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