PAQUITO MARTIN: SIGUIENDO LAS HUELLAS DE DIOS.

 

Yo lo conocí a principio de los setenta. Y promediando esa década lo veía sentarse en la tribuna de Unión de Villa Krawse, su club amado. Ante cualquier insulto de los hinchas, se ponía de pie y dirigiéndose al desaforado, le pedía calma y lo hacía sentar. Una excentricidad alentadora y graciosa. Los hinchas de Unión lo amaban. Allá por 1977 cuando Unión formó un equipazo con el brasileño Joao Lima, le dieron el gusto de sacarlo campeón. Jugaba al basquet, siempre con su estado físico prodigioso, tuve el gusto y disgusto de enfrentarlo en un partido de fútbol. Gusto por la rareza de jugar a la pelota con un sacerdote. Disgusto porque cuando fui a discutirle una pelota, me metió un trancazo que me duró varios días. Después compartíamos con amigos APV. amigos Parroquia Villa Krawse, cuando Paquito transforma la iglesia; embelleciéndola como ninguna. Le gustaba el micrófono, hablaba a la gente de las villas, a las multitudes y como buen mediático predicaba por el canal 4. Perdón, era “su canal” porque lo consiguió él con la ayuda del senador Gioja. Impulsor de la radio Virgen María. El obispo Delgado no le pudo quitar el canal. Paquito tan emprendedor construye la escuela contigua a la Iglesia, daba misa todos los días y sin embargo se daba tiempo para ir a tomar un cortado que preparaba Zito en Café Do Brasil para charlar con nosotros, los periodistas de Colón. Construía por dentro y por fuera, invertía en las almas y hacía obras: escuelas, iglesias, parroquias y “la buena señal” que emitía desde canal 4. Se mezclaba con el mundo, pero no se contaminaba, alto erguido de traje o con la indumentaria de jugador de futbol y básquet, no parecía un sacerdote y sin embargo era más cura que cualquiera. La construcción de la iglesia en la Universidad Católica, ahora quedará en manos del padre García, es un canto místico cristiano a la belleza. Ese Cristo azul sostenido por las cuerdas de la fe, entronizado en el altar, como dice el tango hace temblar a las rodillas. Depositario de la confianza de Monseñor Italo Severino Distéfano, lo acompañó hasta el fin de sus días en Santa Fe tratando de defender la obra que Monseñor había encargado y que dejó el dinero, algo así como 600.000 dólares, de los cuales Delgado nunca aclaró bien que pasó, que la obra no se hizo. Era la construcción mística de la Virgen en el seminario. Ama a la familia, ama a Dios y a los sanjuaninos. Lo recuerdo como una de las tantas anécdotas, a eso de las 7 de la tarde, derrotado de tanto trabajo, porque se hacía cargo de todo y vaya como homenaje a su madre: gritar ¡¡vieja, prepareme el mate que estoy cansado!!!. Nunca le dio pelota a cualquier difamación barata, porque se compraba un auto, y lo necesitaba!!!. El último café que tomamos en Ignacio de la Rosa y Entre Rios, se invirtieron los roles, y fue él quien me hizo muchas confesiones. Los apóstoles de Dios no se jubilan nunca, pero se retira virtualmente digamos, porque hay una pierna que no quiere responderle. Seguirá predicando, santificando y defendiendo con pasión, la pasión de Cristo. Lo recuerdo en forma risueña y el escenario no lo olvido: Ardía la tribuna en la cancha de Unión, el mandamás era el chivato Rodríguez jefe de la barra brava, pero el moderador, el que aplacaba los ánimos y tambien el que gritaba los goles era el cura de las villas, el constructor social, el que predicaba el evangelio, el que se ganó el mote de “cura Paquito”. En estos tiempos como en todos los tiempos es paradigma, ante la mirada atenta de Dios cuando jugaba a la pelota!!!!, con vocación..Paquito es sin dudas, como un sacerdote debe ser.

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