AUDITORIO
TAL VEZ..LA HISTORIA
Hay acontecimientos en nuestra vida que nos devuelven lágrimas, alegrías, tristezas, tragedia y comedia. Siempre caemos en la definición de Gabriel García Márquez en su biografía donde considera que la vida es lo que uno recuera y cómo lo recuerda.
Así las cosas, el recuerdo de cierta persona viene al caso por una anécdota que recuerdo de la visita del presidente de la nación en aquel entonces, don Carlos Saúl Menem, quien era trasladado por el gobernador Jorge Escobar en un automóvil de lujo y de ultimísima tecnología, pero que al llegar frente al Auditorio Juan Victoria, el vehículo se empacó y no quiso arrancar más. Estaba 0 kilómetro y Menem mientras veía los esfuerzos desesperados de Escobar para que arrancara, le dijo: dejá Jorge me voy caminando si estamos aquí cerca!!!!.
Años más tarde yo le haría una nota a Graciela Victoria, hija del ingenioso Juan Victoria que construyó en todos los órdenes el auditorio, en algún momento considerado la mejor obra en su tipo de Latinoamérica: simétrica, funcional, perfecta; para delicia de oídos ávidos de sonidos y voces sublimes y más en tiempos donde no todo lo que suene es música.
Graciela me recibió en su departamento, que creo estaba en la calle Ignacio de la Rosa, cerca de Urquiza, muy educada y complaciente, me contó sobre el gran desafío que aceptó su padre para lograr tamaña hazaña, algo así como si el auditorio fuese el propalador ideal para que Nietzsche celebrara su mágica definición: “ sin música, la vida sería un error”.
Tal vez la entrevisté según el archivo cambiante de la memoria, allá por el año 2015 cuando me ofreció un té con aroma a Ceylán de donde provienen los mejores del mundo. Me había citado a las 17 horas de un día sábado de color amarillo otoñal.
Ahora en 2020, comparo aquella entrevista ante aquella mujer que hablaba con tanta emoción sobre este polo cultural creado por su papá mientras decaía en la congoja por el mal trato que estaba teniendo por parte de gobiernos de turno que permitían a través de sus funcionarios actos que no solamente no tenían nada que ver con la cultura y la música, sino que denigraban este foro y faro de belleza mundial y lo perjudicaban.
No se si me atreví a contarle la anécdota risueña que recuerdo dentro del auditorio frente al Presidente Menem, escuchando atronadores consignas políticas, el bramido de los bombos con el repiqueteo del pistacho que comían cuya cáscara había que golpearla para romperla y que los desperdicios iban a parar a la alfombra de un auditorio desconcertado, porque no estaba preparado para tal bochinche.
La memoria me recuerda que estando frente al presidente, yo escuchaba los ronquidos de un camarógrafo de canal 7, en ese tiempo ATC, quien estaba despatarrado durmiendo entre la primer línea de butacas, la camisa había cedido ante su turgente panza y se le observaba el ombligo. Dormía como un lirón y claro, con estupor y preocupación frente a frente, dirigí la vista al presidente, por si notaba tan “desconcierto” y pude observar los ojos llenos de lágrimas del presidente de la nación que me observaban fijamente. No lloraba por semejante estropicio ante aquel mamotreto sino que “lloraba de risa!!!!!!” lo que me causó gracia, entre pisadas sobre el pistacho, los gritos, los discursos aturdidores y que hubiera pasado si el creador de esta sublime obra hubiese estado vivo para verlo!!!!.
Recuerdo que Graciela me dijo textualmente: Usted toca una butaca o asiento, ajusta más un tornillo o lo que fuera y ¡¡¡¡atenta, destempla la acústica de todo el auditorio!!!!!. Fijese lo que le estoy diciendo!!!!!.
No sé si me atreví a contarle específicamente esa visita de un presidente, pero si recuerdo claramente su amargura por el trato que le hacían a la obra de su padre y de los sanjuaninos y que con el tiempo me enteré que hacía asados en el auditorio!!!!. Siii ahí donde venían a cantar tenores como Volonté y tantos otros. Un desprecio total y que Graciela con entusiasmo me habló de la idea original de su papá que estriba en toda la obra de un auditorio rodeado por otras obras para ser un conservatorio de la música, aplicándose a los jóvenes que quieren aprender y desarrollar futuros talentos.
Editamos la revista, no recuerdo si la foto de Graciela Victoria salía en la tapa pero la entrevista tuvo gran repercusión sobre ese secreto a voces tan típico de estos lugares donde la historia se escribe con el rumor. Nunca más la volví a ver. Y hoy reflexiono que tanto en el desarrollo tecnológico como cultural, en relación ahora al auditorio y recordando aquella nota de mi memoria obnubilada por el tiempo; que los sanjuaninos subestiman la belleza, que para mía junto a la poesía es la jerarquía de la vida; porque sin belleza ni música no solamente tiene razón el filósofo en cuanto a que la vida sería un error, sino que ya estamos transitando esa decadencia.
El pensamiento de los gobernantes hasta hace algunos años ha sido así, de la misma manera que anecdotizando a Guegué Féminis, sobre una queja que le hizo a Leopoldo Bravo para que despidiera del cultura a una parienta de su vice gobernador; Bravo le contestó: “ no me voy a pelear con el vice por una secretaría de mierda!!!!!”.
Recuerdos de un tiempo vivido cuando la música es para todos, pero el auditorio Juan Victoria a la vista está, no es para todos y menos para los que odian la belleza en esta vida. Tal vez la historia, quizás Borges a quien paseaba en automóvil Nina Galván, mientras el pensador iba entonando una milonga y que hoy nos repite que la memoria elige el olvido.
Pero yo no me olvido del aroma de aquel té que me convidó Graciela Victoria que llenó mis sentidos, ante tanto sinsentido.