Estudiantes de medicina practican con cuerpos humanos. Se tiran con huesos, con piernas, cabezas, jóvenes, sueltos, se divierten. Grosería, desparpajo sacrílego, pecados de juventud. De repente uno de ellos tiene entre sus manos un pedazo de carne que llevaba adheridos la epidermis y el pelo. Los otros le preguntaron quien es?. Al decirlo mostraba el pedazo de carne que sostenía con la punta de los dedos. Era una cabeza humana de la que se habían extraídos los huesos, una especie de máscara amarilla arrugada, estropeada, en la que vagamente podía apreciarse la faz de una vieja mujer. El estudiante se colocó la carátula de carne y la colocó en la palma de la mano. Como un guante, la hacía arrugarse, llorar, reir, abrir la boca y jadear. Otro estudiante dijo ¡merde! si habremos tenido eyaculaciones con esta vieja!!!!Sii dijo el otro, pero no soportó la operación mientras le arrojó la máscara humana para que la agarraran con la mano, jugando como una pelota y esquivando. Gran obra escrita en tiempos de tuberculosis en Francia.

Lo tomemos como una metáfora, cuantas veces vienen los que tienen poder, nos someten por intereses necesidades desesperaciones o porque somos concesivos y subalternos. Se meten en nuestra alma, y nos digitan los gestos, ellos nos ordenan reir aunque no tengamos motivos, llorar, aprobar, sonreir, guiñar, hacernos los enojados, fruncir el ceño, aprobar. Como los estudiantes franceses nos convierten en máscaras y dejamos de ser nosotros mismos para aparentar que somos lo que no somos. Terrible pero cierto. Manos de mujer, de hombres con poder se meten en nuestro ser y nos convierten en rastreros y despreciables. Con una mano nos manipulan como máscaras y con la otra nos roban lo más sagrado en la vida de las personas: la dignidad!.

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