Eduardo Garcés es un hombre que nació, creció y promedió su vida entre las cepas. Hablar con él es como desgranar las primeras uvas del último vino. Una botella en el mar, porque ahi se añeja la historia emblemática de un ser indisociable tríptico: la uva, el vino y San Juan por mi sangre como canta la tonada. Algunos dicen que la inteligencia se define por la capacidad de síntesis; apelaremos a ella. Dice que hay una campaña sistemática de hace décadas para desprestigiar a la mejor uva, la cereza, alimento vital: por grados, por los vinos, por la cantidad de mosto y por el don alimentario que tiene este fruto, comparado con la leche de madre. De toda la producción sanjuanina el 70% está compuesto por esta uva. Sin embargo, Garcés sostiene, el gobierno de José Luis Gioja se ensañó contra esta producción, tan así es que ni siquiera nos recibía en la casa de gobierno. Si bien el gobierno actual gobernador los trata mejor, los problemas son abundantes. Metaforiza la minería cuando advierte que es una industria “finita” contra la uva que es infinita. La minería cuando se haya llevado todo dejara agujeros colmados de nada. Pero la uva como el vino siempre vuelven. Grandes concentraciones de tres bodegas, aqui y en Mendoza, liquidaron la multitud de bodegas pequeñas con sus viñas, dejando a San Juan a la intemperie, porque hay viñateros que abandonaron, otros ya no podan, algunos ni cosechan y otros prácticamente regalan por el miserable precio, la uva. Una argentina que siempre se ensaña contra los productores, de vino de leche de frutas de todo aquello que nos da de comer. Le preocupa el tema del agua, porque vamos camino a la sequía si hay menos volumen y si la solución es el dique subterraneo, advierte que hay que extraer el elemento vital, nada fácil, nada barato y no es para improvisados. La cuarentena nos perjudicó enormemente dispara!!!. ¿Acaso en la finca para trabajarla, los viñateros y trabajadores en general no llevan un barbijo casi natural?…¿a dónde se van a poner el otro barbijo?. San Juan está hecho de uva, pero como siempre, políticos, concentradores, avarientos fueron matando esta industria. Hoy no quedan mil viñas y hay que lidiar desde la Federación todos los días con la obra social y con las necesidades de los viñateros en vías de desaparecer. Los dueños de las grandes bodegas, son como el gran hermano, nunca les veremos la cara. La situación es grave, el desierto avanza, hay menos agua, menos vino, menos comprensión, más improvisación hasta el punto de que esta producción ya no es rentable. La política debería tener la solución desde el estado pero también hay carencia de aquellos grandes líderes. Desde lejos recordamos a Horacio Guaraní, si el vino viene viene la vida!. Y las uvas, las que hacían engordar hasta los perros, hoy en un país con el 40,9 de pobres e indigentes. Nos vamos despidiendo y recuerdo al tucumano Juan B Alberdi: suelo rico, hombre pobre. No quieren entender que es imposible conocer el ser de esta provincia sin la presencia de la uva. Que como la primavera, vuelve, siempre vuelve. Y en el caso de la uva cereza, ella nos eligio, por el sol, a San Juan, otra de las rabias mendocinas. Eduardo Garcés supongo piensa en voz alta: pero quien les hace entender a los viñateros, que ante el sórdido naufragio viñateril, como el espíritu de la tradición de nuestros antepasados, solamente se salvaran ellos, por decisión propia, sin esperar la ayuda de nadie. Aparece un viñatero con hambre de obra social, con desencanto seco por desesperaciones tardías. El reportaje ha terminado. Ya no tiene sentido, está todo dicho. J C MALIS.