El siguiente es el prólogo de la obra EL HOMBRE PENDIENTE, lo pueden leer completo en la sección LIBROS IMPRESOS DE Contratiempo.com.ar. Los cuatro libros que aparecen son: LOS PERSEGUIDOS VIOLENCIA SIMBOLICA EN LA UNIVERSIDAD. LA REBELION DE LOS MUÑECOS. EL ANGEL CAÍDO. Y EL HOMBRE PENDIENTE. Cuando el hombre lee, LEE EL HOMBRE.

 

PRÓLOGO

LAS AVES NO VUELAN PORQUE TIENEN ALAS, TIENEN ALAS PORQUE VUELAN. MALACHI MARTIN.

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La siguiente obra nace de la desesperación por no encontrar el sentido de todas las cosas ante la incertidumbre de llevar la carga de más de dos siglos sin rumbo, hacia atrás ni delante de una historia argentina que no se escribe, se tergiversa o directamente se escribe con la goma de borrar.

La Argentina no madura, como bien dice Julián Marías, somos una partida de pendejos que no sabemos lo que queremos, pero lo queremos ya, valga la contradicción. Según Sigmon Freud: la inmadurez es no saber postergar la gratificación, por eso no salimos de la adolescencia que es un gradiente hacia el desarrollo y nos quedamos en la adolecencia, que significa adolecer. Siempre estamos en el mismo lugar y con la misma mentalidad, como a ese hombre, que según cuenta Scott Peack, médico psiquiatra norteamericano quien junto a varios colegas, le practicaron un exorcismo durante 14 horas a un hombre de 35 años, casado y con hijos. Cuando pudieron expulsarle los demonios, el hombre creía que seguía teniendo 15 años; sus pensamientos y recuerdos no habían cruzado la frontera de la madurez, porque fuerzas malignas lo detenían en el tiempo.

El debate es profuso pero estéril de lo contrario después de 220 años de la revolución de Mayo, no seguiríamos en la curvatura de un tiempo que nos sigue acusando de proyectarnos hacían un futuro que viene a advertirnos que seremos malos antepasados. No obstante con todos los problemas que tuvo este país, el siglo XIX habrá sido un tiempo de notables, destacándose entre tantos San Martín y Manuel Belgrano, padres de la patria, Con Narciso Laprida puntal de la Independencia, con Juan Bautista Alberdi creador de la Constitución y sus bases que nos invitan siempre al desarrollo nacional. Urquiza y la batalla de Caseros nos dieron un salto cuántico hacia la consumación de la República; el gran Domingo Faustino Sarmiento impone la educación como el centro de todas las preocupaciones, quien con Bartolomé Mitre crean el estado argentino.

En el primer Centenario íbamos por el curso correcto, aun con decisiones fallidas porque no eran dioses sino hombres falibles como todos. Pero el siglo veinte comienza a desteñirse paulatinamente hasta que desaparecen los colores de la patria sobre el final y el comienzo del tercer milenio y del siglo XXI. La Argentina se derrumba y su sociedad se hunde en una grieta que de coyuntural se vuelve estructural. El mundo se asombra al ver que somos un contrasentido o la suma de malentendidos. ¿Cuál es la raíz de nuestros males, cuando empezó la decadencia? ante el doloroso fatalismo de no saber a dónde nos lleva la deriva. Generaciones perdidas, degeneraciones que emergen nos sitúan como un satélite que ha perdido su órbita y que ante tantas oportunidades perdidas, el universo se encoge de hombros cuando fabricamos solamente escombros.

El relato puede aparecer apocalíptico, quizás, pero la realidad  quizás no se lleve bien con la verdad, pero nunca deja de ser “sincera”.

Así como Eduardo Galeano en su libro Las Venas Abiertas de América Latina, se animó a denunciar la sistemática destrucción de la cultura indígena por parte de la colonización, ha abordado este tema desde el comienzo ante el tríptico de relato, novela e imaginación de la realidad. Pero también hay que tener en cuenta la otra parte y la ucronía  o la historia de lo que no fue y podría haber sido. Han pasado más de 500 años, sin quedarme en la duda de que la vida es un soplo o como dice Marco Denevi: así como 10 años para una estrella no es nada para nosotros es una cesárea; ha pasado mucha materia de todos los colores y sabores debajo del puente sin que podamos hacernos cargo de nuestros problemas con frustraciones que ya lleva tantas generaciones. Abordo siempre como ensayo novelado para no dejar de lado a la metáfora, el paso del gaucho por estas pampas, la incidencia del océano pampásico sobre la idiosincrasia de nuestra sociedad dispersa, como la diversidad de su enorme geografía, tan dispersa en una Argentina mal diagramada. La mitad de la población vive en Buenos Aires y el interior en algunos lugares es raquítico como un cometa que tiene una cabeza enorme en el conurbano y el interior se parece a la cola del mismo barrilete. Un país vacío…hoy..en todos los órdenes.

La lógica binaria siempre está presente desde la confrontación ideológica de próceres hasta somatizaciones como un Boca vs River o como dice Octavio Paz, integrados en parte a América Latina el mestizaje prevaleció y nos dejó al maniqueísmo como herencia maldita de tener a Abel y Caín que se destruyen en la divergencia para siempre. Somos incapaces de permanecer para construir, tenemos la personalidad vicaria de ser pensados por los otros y siempre estamos volviendo porque siempre nos estamos yendo. Alguien desafía, probemos si nos vamos unas semanas del país y cuando volvemos todo es distinto, como si todos los días amanecemos en un país diferente. Sin embargo si nos marchamos durante muchos años cuando volvemos, todo sigue fatalmente igual.

Como dice Federico Luppi en una película: la patria es una trampa!. También dedicamos una parte de las causas consecuencias que alegorizan el arquetipo del ser argentinos, conclusión hecha por un congreso hace muchos años, el ideal argentino no es otro que San Martín, pero el gen, lo que logramos ser es el cómico Alberto Olmedo. Las migraciones, gente que siempre se va, la sangría intelectual no coagula jamás, perdemos por suicidio a excelsas personas y por exilio a intelectuales y alguno que otro premio Nobel, también nos  damos esos lujos. En esta obra están presentes los secuestros, el ensañamiento contra la mujer, La corrupción, la estafa por la falta de verdaderos líderes, la oscilación social, que derrapa en la falta de justicia, de educación, de seguridad, la eterna inestabilidad económica y el adoctrinamiento perverso que se hacer con los niños y jóvenes en los tres niveles de la educación. La masacre del estado autoritario y la insurgencia no pueden estar ausentes como la falta del sentido de pertenencia y la tozudez de sentirnos identificados más con lo ilegal que con la ley y la justicia, lo que nos convierte como dice Borges en Habitantes que lucran con la bohonomía de estas tierras, para no llegar a graduarnos jamás de ciudadanos.

Entonces siempre, en esta ebriedad fáustica de creernos que tenemos derechos a vivir sin trabajar a costa de los ingenuos que dejan su vida para traer un pan a la casa, con políticos impreparados que solamente buscan cargos estatales para vivir de arriba, ellos y toda la estirpe, porque la Argentina con sus bosques con su litoral marítimo riquísimo, con la pampa más fértil del mundo, sus montañas bañadas en oro y con minerales como el litio entre otros, por abundancia caemos en el desfiladero de la carencia. Degenerando así una de las sociedades más injustas y desiguales del mundo. Tanta sangre heroica derramada en el parto de la patria hoy es dilapidada por los vivos de siempre, vivos ingenuos, ingenuos que creen que con el hijismo, uno de los lastres que tiene este país, donde los padres le sacan al estado todo y se lo derivan a sus hijos, nada que ver con aquellos inmigrantes y autóctonos que todo lo hicieron a sangre y fuego pero no tomando la perversa herramienta del patrimonialismo de estado. Ellos hicieron a la Argentina a pico y pala.

Y sin embargo sabiendo que somos privilegiados insistimos en dejar que capitanes impostores duerman en laureles que no supieron conseguir para convertir a esta nave con forma de triángulo en el espeluznante Titanic. Tampoco se puede ni pensar en algún pacto de la Moncloa como hizo España o en la concertación chilena, porque para un argentino no hay nada peor que otro argentino. El individualismo, la pereza, la entropía, el egoísmo, el egocentrismo, lo mal agradecido que somos, son parte de los lastres que siempre nos acompañan y que entre ellos se levanta el monstruo tan temido y que nunca nos abandona como es la inflación, cuyo alimento es la corrupción y consumir más de lo que producimos. Y duele ver que grandes prohombres que inciden en el destino humano, nacieron y se fueron porque los echamos de la Argentina como es el caso de Cesar Milstein o René Favaloro que pulverizó su indignación pegándose un tiro en el corazón.

No se, no soy como Sarmiento, la mente más brillante, el profeta de la Pampa como bien lo denomina Ricardo Rojas, para atisbar que puede pasar y como incide la literatura en esta parte del mundo cuando el agua sube hasta la tiroides y las ganas bajan a los pies que se arrastran, no lo sé, pero al menos siento que debo intentar hacer algo. Supongo que el padre de la patria, principal libertador de América del Sur, porque la batalla de Chacabuco, despertó a todas las poblaciones para luchar por su independencia, creía que iba a lograr la hazaña suprema desde los botines sin suelas, pero ese ejemplo nos invita a creer que al menos hay que intentar, puede existir lo improbable pero jamás lo imposible y para “habitar un cementerio de muertos pendientes”, al menos tratemos de entregar lo mejor de nosotros como devolución del regalo de la vida. Porque nos quejamos, pataleamos, no estamos conformes, amamos lo que nunca podemos alcanzar, pero todos queremos vivir un día más. En Ficciones quizás la mejor obra de Borges tiene una pintura muy bonita y alentadora cuando habla del “crepúsculo del alma”, es cuando el día se despereza y vemos el arrebol en el cielo, que luego vuelvo ya en el crepúsculo cuando las vitalidades comienzan a ceder.

Finalmente ya conozco las protestas de quienes en la era digital quieren todo breve, claro y conciso, en este sentido advierto que vengo de la generación de los analógicos, y prefiero, viviendo un día a la vez, tomarme todo el tiempo posible para degustar un libro sabiendo que las horas del apurado son siempre horas perdidas como dice la canción; no me interesa el tiempo que me tome si algo vale la pena.

Y La Argentina, todavía vale la pena. Ya que “las aves no vuelan porque tienen alas, tienen alas porque vuelan”. Exacto: tienen el don de volar.

 

JUAN CARLOS MALIS

NOVIEMBRE 2021..SAN JUAN ARGENTINA.

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