La advertencia que algunos existencialistas alemanes y franceses prevenían  durante parte del siglo 19 y el siglo 20, se está cumpliendo. ¿Qué señales daban?. Tanto como Hölderlin, Martín Heidegger, Angelus Silessius, el Maestro Eckart, Wilem Dithey y agreguemos a los españoles José Ortega y Gasset con su discípulo Julián Marías, señalaban que al hombre no le está permitido dejar de ser hombre. Y cuando crea sistemas que lo alejan de esa condición, ahí empiezan todos los problemas que nos llevan al estado de aflicción que vive el mundo actual. Max Scheller también lo pinta magistralmente en su enorme obra: El lugar del hombre en el cosmos; gran vitalista y filósofo preferido de Juan Pablo II.

Como la condición humana perdió su naturaleza, es decir, se alejó del «ser»: fuerza imperante que permanece regulada por ella misma; a partir de ese descarrilamiento se apagaron todos los mitos y nos encontramos con un hombre salido, disparado de su propio ser. En términos corrientes: se fueron los dioses, avanza la insignificancia, se instala la mediocridad, se abandona y empobrece la palabra y se destruye a la madre tierra. La prueba inconfundible es la intoxicación que sufre el planeta. Habrá menos poetas, místicos y pensadores y prevalecerán los intelectuales, los gurúes dando parición al homo videns. Sin palabra, bastardeada, no existe el pensamiento, porque pensar no significa opinar, tampoco significa ser un intelectual de onda; el hombre no piensa porque no sabe que significa pensar: mirar de lejos y asombrarse!!!. Se disuelven valores eternos, se pierde la admiración, la contemplación porque la perplejidad prevalece ante el divorcio del hombre con su entorno, su mundo, familiar, animal, vegetal. Autofágico, se destruye y lo proyecta hacia la naturaleza.

Podemos estar en la tercera revolución industrial, pero si el hombre no vuelve a su fuente, morirá de sed, por más que viva la era tecnotrónica, el pensamiento artificial y todos los artificios que le hacen creer engañosamente que se ha convertido en su propio dios. Hoy se vive la cultura de lo novedoso, se come mal, se respira mal, las relaciones son descartables, tenemos un ser humano cosificado que se postra ante los estragos por ejemplo del sexismo y lo quiere probar todo, conocer todo, sin importarle los costos. Hace bien lo que está mal y mal lo que está bien. Ya no tenemos un hombre, solamente un contrasentido. El místico pierde su talante, el profesor del día a día, se olvidó de vivir un día a la vez y enseña como sobrevivir en la rutina que es el beso de la muerte. No vive, solamente existe, dura, permanece y si está vivo es porque todavía no se ha muerto.

Algún día se comentará que el gran invento de la televisión nos llevó a otros descubrimientos prevaleciendo hoy el celular que resume todo y jubiló: a la linterna, al telefono fijo, conecta pero no comunica, los mensajes de texto empobrecen el idioma, el celular eliminó a la cámara de fotos, tiene juegos, aplicaciones, gps, nos contesta todos los interrogantes abrevando en ese enorme cerebro que es google. Entonces se acelera el metabolismo prematuro: no sabrá multiplicar y para qué si aprieta un boton y tiene todas las respuestas, para que cuando llegue a viejo, observe que fue manejado por máquinas, es máquina dependiente. Altos niveles de ansiedad, el fin justifica los medios, el niño no es niño porque se le adelantaron los tiempos, la adolescencia desapareció, la juventud cree que lo vivió todo hasta que desde los tempranos placeres de la vida, que si se pone a pensar, los más simples y naturales como el sexo, el gusto, la respiración y su placer, beber, acariciar, copular son gratuitos; el problema es la complicación que causa la inteligencia artificial que volvió al hombre zoombi y lo depositó en le penultima etapa de su vida en la farmacia hasta el final, gran negocio de los laboratorios. Hombre ansioso que se apura porque tiene que ir no sabe a dónde, no sabe «estar», no se sabe sentar, duerme mal, camina peor, generando su propia decadencia.

Volver a empezar, cambiar, volver a la fuente, no promover holocausto de animales para la hiperproducción, y no se da cuenta de que se está quedando sin reservas, por la extinción de animales, vegetales y recursos no renovables. Julián Marías dicho sea de paso le dijo al periodista Luis Eduardo Meglioli: ustedes los argentinos son muy pendejos.

A propósito de esta frase y para todo el mundo segun Freud: la madurez es la postergación de la gratificación!!!! y ya ven nadie quiere postergar, ni madurar.   jcm

 

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