Bajaba despacito tras la oscuridad de la noche, el silencio se apoderaba de su alma, los reflejos del patio la orientaron hacia donde estaba su otro yo, llevaba una linterna, hasta que se detuvo frente a la pintura. Estaba sudando y antes de encenderla, dejó  la linterna sobre una mesa, se secó con el camisón que quedó mojado, como le gustaba dormir sin ropa interior, se quedó totalmente desnuda en el medio de la oscuridad. Había tenido un sueño difícil, quizás una pesadilla y quería verificar si todo estaba en orden, entonces encendió la linterna y comenzó a iluminar todo el retrato donde también estaba ella, observó algunas alteraciones en el rostro, por el trabajo que estaba haciendo el pintor, luego la iluminó entera, volvió a subir con la luz hacia el rostro, hasta sentir que estaba más tranquila.

Cuando bajó la luz para encaminarse nuevamente hacia la escalera que la llevaba al dormitorio, se detuvo de repente, creyó haber visto algo en el rostro de la Venus, no sabía qué hacer, el miedo otra vez la bañaba de un sudor frío, pero se animó y comenzó a hacer nuevamente la recorrida con la luz, cuando llegó al rostro, cayó en la cuenta de que no era el rostro que estaba viendo hacía un minuto, había algo distinto que no podía descifrar, pero cambiaba, entonces, cambió de mano la linterna, se corrió un par de metros para iluminar la figura desde otro ángulo, se fue acercando, y se llevó la mano a la boca del susto, sus pupilas se agrandaron, estaba mojando el piso de la transpiración, se quedó en el mismo lugar, apretaba con fuerzas la linterna, mientras observaba con pavor que visto desde esa perspectiva el rostro, su rostro, el que estaba rehaciendo Genaro, se iba mutando en el rostro de alguien, empezó a rezar, le pedía a Dios que la protegiera, le pedía al Espíritu Santo, Corazón de Jesús, las pulsaciones ya estaban por encima de los cien, y comprobó no sin espanto que el rostro era conocido, pero quién era, se acercó, tenía la boca seca, le apuntó bien al centro y cuando lo comprobó, se desplomó desmayada.

El frío del piso la despertó, ya estaba aclarando, tomó el camisón y subió rápido al dormitorio, se bañó inmediatamente, bajó vestida porque tenía que hacer trámites, volvió al lugar donde estuvo durante parte de la noche, no se veía otra cosa que su rostro, el de siempre, con los trabajos del pintor. Se fue sin decir nada a la ciudad.

Con el correr de los días la aprehensión de Viviana fue creciendo porque se debatía entre el temor y la atracción ya que creía haber visto a alguien ahí, traslucido en el mismo rostro de la pintura, pero no le dijo nada a Genaro en los próximos días cuando aparecía esporádicamente y a veces le pedía que hiciera un esfuerzo para posar, aunque ya no con el sacrificio que le impuso durante dos años, ahora, podía estar sentada, y hasta conversar, trabajaba el pintor solamente para su rostro.

Por las noches Viviana sufría pesadillas y trataba de bajar con la linterna, cuando lo hacía encendiendo las luces, no veía absolutamente nada que no fuera lo de siempre y todo se reducía a la vez que bajó por primera vez cuando nítidamente observó aquel rostro que no era el de ella y que le causó el desmayo. Su soledad se fue acrecentando, estaba en el balcón sentada hasta altas horas de la noche, su mundo se redujo a pensamientos de épocas inmemoriales cuando retozaba su corazón con Mariano y la mácula de aquella separación frustrada por el crimen de su amante, no amainaba el viento de los recuerdos que procedían de todas partes, de todos los tiempos cuando se amaban inconmensurablemente. Lo comprendía al hijo, pero no justificaba su actitud, de todas maneras desde que se produjo la última escaramuza, Esteban no volvió por la casa y en cuanto a Genaro, se mostraba como siempre, gélido, hasta el punto de parecerse invencible ante los riesgos que propone el destino.

Viviana extrañaba sus andanzas con un muerto y seguía herida por los hijos que no fueron quería  no obstante terminar con toda esta pesadilla de la casa, la pintura, la visita del hijo pidiendo por alguna pista sobre la muerte de su padre, ya no soportaba tanta adversidad solamente por haber sido la amante de un millonario que quiso quedar bien con un regalo y que ese objeto parecía adquirir vida propia hasta el punto que ahora era la pintura la que determinaba la voluntad de Viviana porque sentía cierta atracción y por las noches se animaba, pero cuando enfocaba cada vez con más valor, el rostro del retrato, no podía observar nada, aun cuando lo enfocaba desde distintos lugares.

Esteban volvió una tarde y ella pensó dos veces si debía recibirlo pero le dio compasión que aquel muchacho estuviera preguntando por su padre y ni siquiera que estuviera vivo, lo andaba buscando a través de la muerte porque se lo había dicho cuando vino por primera vez, no podía elaborar el duelo, no asumía que su viejo hubiera muerto así abruptamente, por un cuadro y para colmo que todo quedara impune.

Lo hizo pasar pero le puso condiciones, no quería amenazas ni provocaciones de lo contrario le pediría que se retirara y se le hacía difícil volver a recibirlo le pidió que se pusiera en su situación. Pero Esteban estaba más calmo, pidió disculpas, la tranquilizó que no debía pensar en las cosas que le había dicho al pintor, que la ira muchas veces en la vida nos saca lo peor, pero que necesitaba encarecidamente que le diera el punta del ovillo, algo como para empezar a destejer la trama oculta de la muerte de su padre.

Viviana le dijo que si tuviera algo ya se lo hubiese dicho a la policía, pero era para ella doloroso e insondable llegar hasta los contactos que tuvo Mariano cuando estaba tan ofuscado y que todo había sido muy rápido, además cuando  le preguntaba, no le contestaba nada, dormía, y luego salía enardecido en busca de alguien que hiciera justicia.

Entonces le contó sobre las charlas previas hacía casi tres años cuando comenzaron a hablar con el pintor y que realmente le creía, era un estilo, una escuela, en fin una forma de pintar a las personas hasta el punto de que quería tenerlas vivas y como estaban, con esa espontaneidad, pero que Mariano no lo entendió así y se desbarrancó en el precipicio de la mafia. Porque en realidad ella no sabía que tenía contactos con ese mundo.

Esteban le comentó que estaba al tanto de las investigaciones que había hecho la policía, los últimos llamados que figuraban en su celular pero que luego se diluían en una selva que nunca pudieron desbrozar. Entonces le pidió a Viviana si tenía el celular de su padre, ella se lo trajo y con deferencia, como veía que ya no tenía sentido se lo regaló, porque le dijo que su padre estaría feliz de que por lo menos guardara su teléfono. Estaba descargado, le dijo que no importaba si era necesario le cambiaría la pila, le agradeció y se fue, Viviana se quedó con sus propios fantasmas.

Esteban le cambió la pila al celular, lo cargó y encontró una grilla de teléfonos, eran relaciones, que Mariano tenía con el directorio, había otros teléfonos de empresarios, el de la casa, los teléfonos de su madre, de él y de sus hermanos, pero realmente era un enjambre donde no podía ni siquiera vislumbrar alguna pista de las últimas llamadas que Mariano había hecho cuando se metió nada más y nada menos con la muerte.

Pero una luz en el túnel lo llevaba a un teléfono que o la policía no investigó o no encontró nada, lo cierto es que llamó, era un celular, pero nadie contestaba. Trató de rastrear el número y siempre se encontraba en el mismo embudo. Fue a la compañía y de ése celular al que se le había dado de baja, aparecía un nombre con un teléfono fijo. Llamó pero no le contestaron. Estuvo durante varios días obsesionado siguiendo alguna pista que lo llevara a las últimas horas de la vida de su padre. Se sorprendió gratamente cuando a las diez de la noche el teléfono fijo contestó, era una señora que preguntó quién llamaba, Esteban fingió ser  de la compañía y que estaban haciendo un monitoreo para saber cómo andaba el sistema, la mujer le contestó que poco le podía aportar porque la casa estaba prácticamente desocupada y ella venía de vez en cuando a regar las plantas y hacer alguna limpieza porque el dueño casi siempre estaba de viaje, entonces sutilmente Esteban le dijo que de todas maneras parece que por ese lugar las líneas estaban bien, solamente le pidió para confirmar y no volver a molestarla la dirección exacta de la casa porque la conversación estaba siendo grabada, en esos casos por si había un reclamo. La empleada, una mujer que reflejaba la voz de alguien de unos cincuenta años, le dio la dirección, cortó y siguió haciendo la limpieza.

Antes de que amaneciera Esteban estaba en el mismo lugar aunque no lo sabía que fue la última morada de su padre cuando fue a convenir el pago al mercenario para que  ajusticiaran a Genaro. Estaba en las afueras, era una casa ni de campo ni de ciudad, estaba semi abandonada, era de dos aguas con árboles frondosos, no demostraba vida, no tenía animales, una casa común y corrientes sin vecinos a la vista.

Dudó el muchacho si debía entrar o no, prefirió esperar y ahí estuvo ese día, y los días siguientes sin que nadie apareciera, por la noche llamó por teléfono pero no lo atendía nadie. Pasaron dos semanas y seguía frecuentando la casa hasta que se decidió a entrar, porque era obvio que en esa casa no había nadie en esos días, el riesgo de que apareciera la mujer que limpiaba o el verdadero dueño, corría por su cuenta, quería llegar al fondo de todas las cosas y la adrenalina le subía por todo el cuerpo. Había abandonado sus actividades, no le contó a nadie y se metió en esa investigación personal.

Esperó hasta el atardecer, y llegó la noche, no entraba por si las dudas llegaba la mujer que limpiaba, pero ya a las 12 de la noche se convenció de que nadie había en ese lugar, se fue corriendo muy sigilosamente y con una palanca no le costó demasiado abrir una puerta vieja, donde no habían perros, alarmas y toda la neurosis de inseguridad que cundía en la ciudad.

Encendió la linterna, no quería levantar sospechas prendiendo luces, era un comedor grande, con dos dormitorios, tenía algunos muebles muertos, no había cuadros ni adornos, enfocó hacia el fondo, había un parrillero bastante grande con un horno, luego volvió, verificó el baño, tenía el lavatorio, la ducha y curiosamente un retrete, no tenía inodoro ni bidet, la casa estaba limpia, producto de la mujer, que seguramente sería una vecina que le daban unos pesos para darse una vuelta de vez en cuando y limpiar. Pero ¿quién vivía ahí?, era la duda que lo asaltaba y hasta donde lo había llevado un número en el celular de su padre que lo llevó a otro número y que de ahí pudo encontrar esa casa enigmática. En los dormitorios, en uno no había nada y en el otro una cama de una plaza y una mesa de luz. En frente había una cómoda vieja, abrió los cajones pero estaban vacíos, la decepción comenzó a invadir su ánimo, abrió con displicencia la mesa de luz, enfocó bien encontró una foto dada vuelta, la sacudió, se pasó la foto por el pantalón y le apuntó con  la linterna, aparecían tres hombres festejando, aparentemente en la misma casa, brindando seguramente en un asado que había hecho. Los miró bien y le llamó la atención el rostro del hombre de la izquierda, no lo podía identificar pero en algún lugar creía haberlo visto. Escuchó un ruido, se estremeció, guardó la foto en el bolsillo y se dirigió apagando la linterna rápidamente a la salida de la casa. No había nada, salvo mucha oscuridad.

Cuando llegó a su casa, sintió mucho frío y se hizo un café, puso la foto debajo de la lámpara, pero no divisaba nada, recordó el proverbio chino: lo que menos se ve es justamente lo que está debajo de la lámpara. Una metáfora, pero era cierto, se fue a la cama y tranquilamente con el velador trató de observar ese rostro que alguna vez lo había visto en algún lado con su padre pero no lo podía sacar, hasta que intentó dormir. No podía por la intención paradójica, mientras más se empeñaba, más se desvelaba. Así estuvo hasta que en la mañana se fue a hacer algunas cosas y nuevamente volvió con la obsesión, cómo acordarse de quien era aquel hombre, el de la izquierda, alto, fornido, de bigotes y entrecano.

No había caso, volvió a la casa de Viviana y le mostró, sin decirle dónde la había conseguido la foto, le preguntó si alguna vez había visto al hombre de la izquierda. Para su asombro la muchacha, le dijo rápidamente, éste era un custodio de una de sus empresas, creo que si mal no recuerdo, estuvo en la noche de mi cumpleaños cuando Mariano me regaló la pintura. Este tipo, creo dijo Viviana era un paramilitar y lo contrataban como miembro de seguridad de las empresas. Si, le confirmó, ese tipo se frecuentaba con tu padre. Esteban le preguntó, y cómo sabía que había sido paramilitar?, ella le contestó que creía que se lo había dicho alguna vez, pero no recordaba con exactitud. Esteban la saludó y se fue tranquilamente. Las cosas comenzaban a aclararse.

Debo haberlo visto cuando yo era más pendejo, pensaba, pero había que seguir los pasos sin cometer errores para que no se le escapara la presa. Era consciente de que estaba ante un tipo sin escrúpulos pero no quería ilusionarse porque todavía no daba con él y si lo hacía tenía que verlo solo, preparase para enfrentarlo, porque seguramente los esperaba una larga, muy larga charla, él, ese hombre oscuro de aquella casa sombría, quizás guardara todas las respuestas, para que Esteban alcanzar un poco de paz.

 

*****          *****

 

Estaba desencantado, hacía dos meses que hacía la guardia y el tipo no aparecía, era un aguantadero y solamente de vez en cuando veía a la mujer entrar, limpiar y salir, pero se preguntaba, alguna vez debe venir, le debe pagar o se encontrará con ella en otro lado, las dudas fluían. Pero Esteban del cual ya era vox populi la preocupación de su madre y amistades se lo había tragado el mundo, seguía con aquello y cada vez que él mismo se preguntaba hasta cuándo, se contestaba a sí mismo: ¡es que no puedo parar!.

Cuando llegaba con las luces apagadas una noche se le salió el corazón del cuerpo, había luces, automóviles y gente en la casa. Se percibía el olor a asado, y se escuchaban las risas, exclamaciones, no solamente la casa después de meses había vuelto a la vida sino y sentía que todo renacía. Se aparcó como siempre lo hacía debajo de unos árboles frondosos y ahí se quedó, tomando café que había llevado en un termo, muy atento, más entusiasmado que los que estaban comiendo el asado dentro de la casa. A eso de las dos de la mañana se fueron dos personas en un automóvil. Y luego le siguieron los otros hasta que ya no se veía a nadie salvo las luces encendidas, evidentemente la fiesta había terminado.

Lo que temía Esteban es que el hombre que tanto buscaba, no es que se hubiese ido, porque las luces estaban encendidas sino que tuviese alguna compañía, además no se habría marchado porque por primera vez se veía un automóvil, seguramente le pertenecía al propietario.

Se preparó bien, debía estar lúcido, imposible tratar de dormir, el café lo ayudó hasta que se le terminó y esperó hasta la mañana, para observar cómo eran los movimientos. Cabeceaba detrás del volante, hasta que observó que muy temprano cuando aclaraba, salió el hombre, era él, alto, fornido, de bigotes no le había cambiado la fisonomía cerró la puerta y se dirigió al automóvil. Se movió rápido, cuando el paramilitar hacía marcha atrás, Esteban le hizo señas como para preguntarle algo, éste muy serio bajó la ventanilla del auto y lo miró, Esteban se acercó y le dijo estoy buscando a una familia de apellido y en ese instante, le puso una magnum en la cien, ante la conmoción del hombre, Esteban se mantuvo gélido, bajate y entremos a la casa, está cargada, hace ruido, no me importa y me sobran balas.

Se bajó del auto, Esteban lo seguía, no lo iba a revisar afuera, no se le acercaba demasiado,  debía presuponer que estaba calzado, le advirtió que tuviera cuidado cuando sacaba la llave del bolsillo, entraron,  hizo que se sentara en una silla y lo conminó a que se sacara el saco. El mafioso se negó entonces Esteban le apuntó a la cabeza y le volvió a insistir: sacate el saco porque lo que más quiero es no tener que preguntarte nada y matarte aquí. Ante la resolución del muchacho, el urso se sacó el saco, recibió la orden de que lo tirara hacia donde estaba quien le apuntaba, entonces muy cuidadosamente Esteban, palpó el arma que llevaba, tiró el saco lejos con el arma y comenzó a hablarle: ahora viene el interrogatorio.

Entonces le contó quien era, el hombre lo miraba con frialdad, le habló de su papá y que si no le daba una pista de quien lo había matado cuando andaba detrás de un sicario, iba a terminar en ese lugar como su padre.

El custodio le dijo: mirá pibe te equivocas, estás en la pista equivocada, yo no lo conocía a tu padre no sé quién es; Esteban lo interrumpió, si que lo conocía, ud estuvo en la fiesta del cumpleaños el día de la pintura, ud era custodio de sus empresas, entonces el hombre comenzó a preocuparse. Ya ve, le dijo el muchacho empezamos mal, está mintiendo y el que tiene algo que ocultar, no tiene nada que mostrar, pero como con la primera mentira usted oculta ahora va a tener que demostrar.

Ahora, quiero la verdad si quiere seguir vivo. El hombre se arrellenó en la silla, le dijo que su padre le había encomendado un sicario para matar  a alguien, un pintor, el sicario cobraba una suma importante, le dije lo que tenía que hacer y algo debe haber salido mal porque luego me enteré por los medios de que tu padre había sido asesinado. Yo no cobré un solo peso, me insistió, le dije que no, pero estaba muy caliente, hasta que le dije los pasos; ¿Cuáles pasos? Lo interrumpió el muchacho; los pasos, en estos casos, intervienen dos o tres personas, no se dejan huellas que es lo que quería tu padre, cobran la comisión, le dije que no había garantías por lo que había que pagar el 50 % primero y el resto cuando se hiciera la operación y se fue. Después no sé lo que pasó, algo salió mal, le dije no había garantías de la plata porque se podía perder o  la vida, pero no quería escuchar. Estaba muy caliente.

¿Quiénes son los hombres a quien ud envió a mi padre? Preguntó Esteban, deme los nombres, los lugares que frecuentan, deme absolutamente todo. Pero el paramilitar le dijo que no se los podía dar,  porque estos trabajos se hacían con incógnitas, no aparecen nombres, todos son anónimos como lo que quería tu padre, a veces lo tuteaba a veces no, él tampoco quería figurar..así que. En fin, no puedo hacer nada por vos muchacho y esto que me estás haciendo es secuestro, retención indebida de la libertad. Mirá, te propongo, ándate, no te veo más el pelo, no te denuncio y hago como que no nos hemos visto nunca. ¿Cuánta guita le sacaste a mi viejo? Lo inquirió el muchacho. Otra vez con eso contestó el hombre con fastidio, ya te lo expliqué yo no vi la guita, no vi nada, él lo quiso hacer a su manera y le fue mal, pero yo que tengo que ver en todo este asunto!.

Entonces lo mato y me voy, si no me da nombres ni una pista  me conformo con matarlo a ud, porque está mintiendo dijo que no lo conocía y hace años trabajaba para mi padre. El mafioso le contestó con desaire, pero que vas a matar vos pibe, si ni sabes cómo se mata a un hombre.

Además, ¡querés que te diga?, la verdad vos no sabes quién era tu padre, no me vengan con moralina cuando tu padre me mandaba a hacer cientos de trabajos de aprietes cuando los clientes o lo que fuera no pagaban sus deudas y para tu curiosidad muchos de los accionistas lo saben en los aprietes a veces lamentablemente se nos quedaban muertos.

¡Así que como dice el tango qué me van a hablar de amor?. Ustedes todos los que están en estas empresas no son santitos, o de dónde crees que sacaba la guita tu viejo, ¿crees que no trabajaba con los paraísos fiscales, sabés la de veces que fui compañero de otros en aviones clandestinos a depositarle a tu viejo guita al exterior?, vos no sabes nada de la vida pibe, ustedes son niños privilegiados que tienen al padre en un altar, hacen con él un monumento pero te aseguro y si no ya que la vas de investigador, averígualo por tu cuenta a cuantos se comieron en todos estos años, por los tan famosos aprietes. Por eso le dije que no se metiera en este asunto y no me quiso dar bola, además yo era un empleado de él, ¡qué le iba a decir!

Vos sos muy pendejo, no entendés como se manejan estas cosas, y tu viejo formaba parte de este grupo que, bueno la cuestión es así, tiene sus reglas, no pagás y tenés que apretar porque de lo contrario no recuperás un mango y el directorio lo sabe, estarían todos fundidos y niños bien como ustedes no podrían ir a colegios pagos, tener autos de alta gama y tu viejo que mirá con la mina que andaba, por qué lo hacía, ¿por amor?, viajes por el mundo, hoteles casinos y nosotros somos los que debemos hacer el trabajo sucio, el que ellos nos mandan a hacer pero no se quieren manchar las manos con sangre, son unos desfachatados y encima nos hambrean porque de toda la guita que nosotros recuperamos recibimos monedas, casi nada.

El muchacho lo miraba pero sin rencor, esperaba que se desfogara que largara todo lo que tenía adentro. Hubo un silencio prolongado y el hombre de hombros grandes y fornido continuó: vos no matás  a nadie, además hay que tener huevos para matar a un hombre, yo sé matar y me especializo en matar haciendo sufrir a la víctima, una vez estuve torturando a un tipo que con tanta resistencia batía los records, lo tuve una semana hasta que le dio un paro cardíaco, pero le sacaba información vital, no era en este caso para las empresas de tu viejo era en la época cuando apretábamos a los zurdos de lo contrario nos ponían una bomba y mataban a un montón de personas, pero claro, los hijos de puta somos nosotros y ellos!, es todo una mierda pibe, no te metás en estas cuestiones porque no te conviene, que tu viejo no te haya dicho nada de lo que hacía y de lo que mandaba a hacer no lo habilita como un carmelito descalzo, murió en la suya, estaba caliente y mató.

Per Ud es un asesino de vocación, porque siempre lo hizo, justifica la tortura, es torturador de vieja data y ahora vino a recalar hace unos años a las empresas de mi padre, pero usted es un demonio, tortura y mata!. No tan así interrumpió el hombre, a veces no hay necesidad de matar, pero cuando tenés que apretar no hay otra forma de sacar la información, por supuesto en aquellos tiempos era para salvar vidas humanas por eso…pero lo de tu viejo es común y corriente que el que no paga se atiene a las reglas o vas a creer que todas las empresas donde estaba metido tu viejo, la mayoría no prestaban guita!!!, son usureros y bueno, el que se mete con  la mafia, sabe que tiene que cumplir con las reglas, ¿qué querés?.

Esteban lo miraba y le comentó, pero ud dice que en aquellos tiempos era para salvar vidas, pero masacraban a personas a mujeres embarazadas, a niños….¿qué clase de salvadores eran ustedes?. Ahh, esa también te la contaron, pero no te contaron los asesinatos que hacían todos estos hijos de puta, en definitiva mirá!, yo ya te di todas las explicaciones porque soy un caballero y conocí a tu viejo pero terminemos con esta situación porque de lo contrario la termino yo, me levanto te quito el arma y no me hago cargo de que salgas vivo o muerto, así que recapacitá que si te perdono la vida es porque sos un pendejo resentido, nada más…

Esteban estaba perdiendo la paciencia, se le fue por detrás siempre apuntando, sacó de su bolsillo un cable le hizo un nudo de ahorque y se lo pasó por encima de la cabeza, quiso moverse, pero con la punta de la magnum le tocó la sien, después bajó la cuerda y le ató fuertemente las manos. Lo ató a la silla. Hizo un lazo con otra cuerda y le enlazó los pies, también los ató a la silla y de ahí a la mesa. La posición del mafioso era incómoda porque era un hombre muy grande muy corpulento. Empezó a perder la paciencia a gritar y a pedirle que terminara con esta parodia porque le iba a costar caro. Esteban no lo escuchaba eran como las diez de la mañana.

¡Cuánta plata le sacaste a mi viejo, cómo fue la historia, decime la verdad porque de aquí no vas a salir vivo, hace meses que te vengo vigilando!. El grandote comenzó a transpirar, hasta que soltó: mirá vino con 30.000, yo se los tenía que llevar a los dos sicarios, el intermediario y el ejecutor, pero se fue y después hizo las cosas como el culo,  qué queres. Y donde están los 30.000, preguntó Esteban. Entonces muy incómodo el criminal le contestó y se los tuve que dar yo, porque se había pactado!!!!. Ahí confirmó Esteban de que le estaba mintiendo descaradamente porque se contradijo, siempre había sostenido que nadie conocía a nadie y ahora se autodelataba, había cobrado y quedado con la plata.

¿Cuánta plata cobraste?. No le contestaba. Como estaba inmovilizado, Esteban se acercó siempre con la magnum en una mano, trabajaba con la otra, le sacó el cinturón, le bajó los pantalones, el urso comenzó a resistir, pero no podía hacer nada. Esteban tomó otra cuerda ante la sorpresa atónita del hombre, le hizo un nudo ciego primero en una rodilla y luego en la otra, comenzó a tirar y lo obligó a abrir las piernas. Sacó una navaja del bolsillo del saco y le cortó, desflecó y sacó los calzoncillos. El paramilitar estaba desconcertado porque no sabía hasta dónde podía llegar Esteban.

Mirá pendejo hijo de puta que me estás haciendo calentar, además te aseguro, pero te aseguro que te van a buscar y te van a cortar a pedacitos cuando se enteren de esta payasada, ya te dije todo lo que se así que si querés terminar vivo, ándate y yo me las arreglo para zafar de estos nudos infantiles que me estás haciendo, no te vas a salir con la tuya, te metiste en arenas movedizas, es tu última oportunidad o te rajás o pasas a tener corta vida, te importe o no te importe un carajo!, ya gritaba en forma desaforada el hombre, mientras Esteban seguía con su plan.

Si querés vivir, ahora decime toda la verdad, y me voy, no te voy a matar para ir en cana por una basura como vos, decime todo, cantame la justa como dicen, todo y no nos vemos más. No hubo respuestas. Te ayudo, le dijo el muchacho, has mentido dos veces, te has contradicho, es indudable que te quedaste con la plata, terminá el relato y me voy.

Está bien dijo el tipo no sabiendo hasta donde llegaban las cosas; le di la guita al sicario y me traicionó lo mató a tu padre en vez de matar al pintor. Quien es el sicario?. No se, estos tipos cobran y desaparecen. Está entre los que estuvieron anoche? Preguntó Esteban. No, anoche estuvieron unos amigos. Unos amigos contestó sarcásticamente Esteban. Empecemos de nuevo, vos debes tener mucha experiencia en este tipo de interrogatorios: ¿ quién mató a mi viejo?. Silencio.

La última, dijo Esteban, me das, no treinta, cuarenta porque no la tenes, dame diez mil, decime lo que pasó, porque vos tampoco tenés la culpa de que aquel otro viejo boludo se haya metido en este quilombo y me voy, vos te tendrás que desatar y yo desaparezco. Silencio.

No te queda otra, dame los diez mil y me voy, porque vos lo mataste, ya no lo negués, esto es un negocio, todos son negocios y si no, te pego un tiro ahí donde más se goza es donde más duele, si ahí en el centro de los huevos.

El mafioso, señalando con la cabeza, hay que ir detrás del horno, está tapado, deben quedar diez mil, pero me tenes que desatar. Pero ya está eso era todo, contestó Esteban, qué paso, hubo un entredicho y lo mataste y por plata, y bueno tanto te costaba reconocerlo?. Yo no dije que maté a nadie contestó el mafioso. ¡Entonces te pego un tiro!  el arma apuntaba cada vez más cerca de la zona más sensible. Estaaa bien, ya está, si lo maté, me había vuelto loco, lo trate de disuadir pero no quería saber nada. Pero ahí está la plata, hay quince mil llévatelos y déjame en paz. Confesó.

Sintió alivio porque Esteban guardó el arma. Se acercó sacó la navaja, seguramente para cortar las ataduras, pero para horror del asesino, Esteban con la frialdad del carnicero, con la mano izquierda le tomó el pene dormido con los testículos y se los rebanó, el hombre gritaba como un chancho, profería insultos, le echaba maldiciones, mientras que Esteban se retiraba un poco porque la sangre fluía a chorros. Lo sorprendió esa regadera de sangre que salpicaba para todos lados, mientras que el asesino de su padre, se debatía entre la indignación, los insultos y la impotencia al comprobar que estaba perdiendo mucha sangre pero que por sobre todo, le había cercenado los genitales que estaban a sus pies como si fuera la carne fresca para el gato. Comenzó a desvariar a decir cosas incoherentes y a ponerse cada vez más pálido, en el esfuerzo se fue con silla y todo al suelo y quedó asi, de costado como esos barcos que resisten a hundirse en este caso en un mar de sangre. Pero jadeaba y seguía luchando.

Esteban Sacó el celular, llamó al 911, dio la dirección donde se había cometido un crimen. Dejó la magnum, la navaja sobre la mesa mientras el custodio aquel que había traicionado y asesinado a su padre, se desangraba lentamente, le empezaron a cambiar los colores de su cara, estaba cada vez más pálido. Llegaron varios patrulleros, entró la policía y el cuadro era curioso. Un hombre atado ensangrentado caído en el sueño  frente en un sillón tranquilamente tomando un café, Esteban les explicaba: lo acabo de carnear, en la mesa están los implementos, este asesino que ya ha muerto, fue el que mató a mi padre Mariano Arqueaga.

Hice el trabajo por ustedes, porque el hecho estaba impune. Los policías se miraban asombrados, en el piso estaba el pene y los testículos del asesino víctima. No entendían nada pero tenían todo esclarecido. Uno de los inspectores le dijo a Esteban: lo tenemos que detener. El hijo mayor de Mariano le respondió sin resistencias y me voy a morir a la cárcel, pero ¿sabe la paz que tengo?.

La empleada que había llegado estaba aterrada con la mano en la boca y mientras esposado la policía se lo llevaba a Esteban, éste le gritaba: ¡señora, a la orilla del horno, por ahí, busque, creo que le dejó la liquidación!.

La policía no la dejó entrar y la mujer de espanto se fue corriendo a su casa. Algunas semanas después volvió por la liquidación porque le pegó fuerte lo que le había dicho ese joven que era detenido por la policía y arañaba por todos lados los recovecos del horno por si encontraba su indemnización, pero no había absolutamente nada. Solamente encontró una mentira más.

Esteban hizo justicia, pero el juez no le creyó que el paramilitar hubiera matado a su padre porque no alcanzaban las pruebas, de todas maneras ya condenado, por las noches en su interminable soledad pensaba sobre la curiosidad de algunas cosas que se producen en esta vida, él vengó la muerte de su padre y sin embargo, ese crimen no alcanzaba para aclarar que la justicia en relación a su padre en este país era irremediablemente injusta.

Ya en la cárcel estuvo perturbado un tiempo hasta que comprobó que el hombre es un animal de costumbre, en su propia celda comenzó a trabajar en lo que hacía antes, era un artesano que alcanzaba cierta paz con el trabajo de las manos hasta que lo promovieron a un lugar más adecuado y le fueron proveyendo la materia prima para que hiciera rostros con palmeras, vasijas con la greda que le daba diferentes formas y luego las secaba en el horno, y todo tipo de elementos que formaban parte del cheque que había que pagar para que no lo destrataran los directivos de la cárcel y algunos matones presos.

Entonces también hacía cruces, santos, hombrecitos de barro y recibía pedidos con anticipación, por ahí alguien le daba unos pesos que los usaba para comprar yerba cuando no tenía algunas galletas, pero eso lo tenía ocupado porque no había mejor terapia en la cárcel que mantener la mente quieta, no quería pensar porque cuando lo hacía comprobaba con angustia que el ajusticiamiento por el crimen de su padre, no le había traído la paz que en algún momento creyó alcanzar y el precio que debía pagar era demasiado algo por lo que no contaba la fecha de los almanaques, quiso perder la noción del tiempo, por eso se sumía en el destiempo.

 

 

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