No se ni me interesa la vida privada de los demás, pero conozco los estragos que produce en sociedades inmaduras como la nuestra la estigmatización de una persona. Y más aún si el agravio se lo hace una mujer a otra, habida cuenta que hoy las mujeres con la sororidad (neologismo por solidaridad cuando hay violencia de género) y el respeto debido entre la tensión del patriarcado con el matriarcado. La cuestión es que Patricia Bullrich está sufriendo violencia cuando se vulgariza el debate y se meten contra su intimidad al tildarla de dipsómana mientras el Inadi, ya sabemos conducido por Donda que es Y…nada. son un conjunto de reparticiones y secretarías perdidas entre las olas que produce el miedo de ir todos presos si cae la lideresa o PATRONA DEL CALAFATE CUYO SANTUARIO NO PUEDE ESTAR EN OTRO LADO QUE NO SEA LA PAQUETA RECOLETA. Peor es ser cleptómana que se queda con lo ageno ante el agravante que son fondos del estado que están para asistir a los más necesitados, hospital, infancia, pobreza, miseria, educación que hoy por hoy están sufriendo un recorte fenomenal porque el ajuste agrava la situación. Y Cristina Fernández no tolera que la haya acusado un fiscal de ser una cleptómana, con la consecuencia de que ahora viene la sentencia y si bien por edad nunca irá a una cárcel, ya queda estereotipada como ladrona de la Argentina, para siempre, delito que la historia no absuelve. Aparte de esta chicana barata en un acto que reivindica el resentimiento fetichista por parte de las hordas que atrasan mil años, si la vicepresidenta es condenada ya no podrá salir de ese laberinto. Y por encima de esta vulgaridad aplaudida por vulgares obsecuentes, respetemos a los hermanos adictos, enfermos por la nicotina, la droga, el alcohol en la era de las sustancias, porque esta parte del mundo se viene devaluando entre escarnios y difamaciones. Cristina Kirchner sufre el dolor de mostrarse lo que no es, prefiere el parecer al ser, transmite una imagen desconcertante cuando la justicia le cae como la espada de Damocles. Dicen los psicólogos que la alteración, la ofuscación nos saca y muestra todo lo malo, lo peor de nosotros mismos, en este caso y es un estigma real protagonizado por una mujer que nunca pudo vencer su adicción a la soberbia y Dios confunde al soberbio. No hace falta hablar de carcel, de sentencias ni de sustancias, la Vicepresidenta nunca podrá salir de su propio, hermético e irrevocable presidio de actuar y aparentar un personaje que se le van cayendo todas las máscaras a poco de terminar la función. Y quienes están arrodillados en el santuario de la calle juncal, son simples y vulgares tramoyistas. El telón del relato apócrifo está por caer. Y de paso Bullrich parafraseó a Churchil: “yo puedo dejar de tomar, pero ud no puede dejar de ser corrupta”.

JC MALIS.