Han habido indicaciones múltiples de que algo efectivamente está sucediendo en el frente lo que confirmaría esta evolución negativa para Rusia en un conflicto que aparecía hace semanas estancado y con cuotas crecientes de desmoralización entre las tropas invasoras.
En ese sentido, este resultado sería aún más grave si se lo considera como una consecuencia directa e inevitable del fallido de las primeras horas de una guerra que fue calculada por Rusia para extenderse apenas días.
El plan inicial era la toma de Kiev y la captura del presidente Volodimir Zelenski por paracaidistas de un grupo táctico que fueron neutralizados, algunos de ellos antes de tocar tierra, se sabe ahora, gracias a la inteligencia previa recogida y comunicada al comando ucraniano por EE.UU. y el Reino Unido.
Desde entonces el choque militar se convirtió en una serie de intentos de retoma de la iniciativa por parte de Rusia que no solo fue corrigiendo su discurso inicial sobre la motivación para esta guerra contra el país vecino. Además, modificó el objetivo militar que acabó centrándose en el valle del Donbas, en el este pro ruso del país. La región que ahora se convirtió en el espacio de victoria de Ucrania.
Para confirmar la profundidad de lo que está ocurriendo y despejar las dudas quizá convenga observar en otro escenario, también dramático. En las últimas horas las fuerzas de Azerbaiyán, un país satélite de Turquía, lanzaron un ataque en toda la línea contra Armenia. Hay numerosas bajas.
Sucede este capítulo bélico después de la guerra del año pasado por el dominio del enclave armenio de Nagorno Karabaj, que concluyó con la mitad de ese espacio en manos azeríes y con una fuerza de contención despachada por Moscú para impedir que el conflicto se agrave. Toda esa región del Cáucaso sur es el literal patio trasero de Rusia.
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, un socio crítico de Vladimir Putin, tiene ambiciones conocidas sobre esa región, así como respecto al mar Egeo y sus islas de soberanía griega entre otros espacios que considera propios ensoñado con resucitar los dominios del Imperio Otomano que sucumbió en la Primera Guerra Mundial.
Una utopía regresiva semejante a la que envuelve la ambición imperial de Putin que define todo lo eslavo y más allá como de derecho propio de Rusia, la razón básica de la guerra que estableció contra Ucrania.
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