El 5 de enero de 1985 se procedió a la degradación pública del capitán Alfred Dreyfus, primer y único judío que integraba el estado mayor del ejercito frances. Había sido juzgado, acusado y condenado. , mediante pruebas falsas como se demostró luego, de vender información secreta a los alemanes. La horrible escena tuvo lugar en el patio de la École Militare de Paris. Dreyfus gritaba con desesperación: Soldados! estais degradando a un inocente!, pero fue inutil el general Darrás informó que se lo castigaba en nombre del pueblo frances y un suboficial arrancó a la víctima sus insignias, botones y espada, que quebró  sonoramente contra la rodilla. Dreyfus fue obligado a cruzar el inhóspito patio  mientras desde el exterior llegaban los aullidos de la multitud: MUERTE A DREYFUS!. Lo enviaron a pudrirse en la isla del Diablo, sobre la Guayana francesa.

Seis meses antes el verdadero traidor había entregado en la Embajada francesa una lista de informaciones secretas a cambio de dinero. Era Walsin Esterhazy, con tan mal manejo lleno de torpezas que despertó la sospecha de la contrarevolución y muy pronto llegó a los intelectuales franceses. Las cabezas más grandes de Francia comenzaron a moverse, a denunciar y a escribir todo en cuanto a lo acontecido con la resistencia de la propia comunidad judía que tenía miedo y del pueblo frances que no quería saber nada con la reivindicación de Dreyfus. Marcel Proust, el autor de en busca del tiempo perdido,  el gigantesco Anatole France con su isla de los pinguinos, el escultor Agustín Rodín, André Gide, Claude Monet, Leon Blum, Jules Renard, Emile Duclaux y fundamentalmente Emile Zolá quien hace la denuncia a George Clemenceau director de L`Aurore, puso la denuncia en la primera página y Francia se estremeció. Pero lejos de reivindicar al inocente comenzaron a perseguir a los intelectuales y a desarrollar una ola de indignación contra quienes querían contar la verdad que el traidor era otro y no el que estaba en la isla del Diablo. Emile Zola fue enjuiciado y debió huir de Francia. El savajismo demosstró durante un siglo que nunca muere solo se aletarga. Las pruebas eran contundentes, pero no había caso la cacería seguia. Finalmente  Alfred Dreyfus fue reivindicado. le devolvieron el uniforme y lo ascendieron a general. pero quien retornó de la isla del Diablo ya no era un hombre sino un piltrafa. Ni siquiera supo que había pasado ni como agradecer a sus libertadores. Murió en silencio y aturdido. si advertir que su nombre quedaría para siempre estereotipado en la esquina de los cambios abismales. El affaire Dreyfus nos hace reflexionar sobre la importancia de jugarse por las causas justas por sobre la falsificación de la realidad. Cualquier parecido con lo que sucede en la Argentina tiene sus bemoles, sus similitudes, esencialmente con quienes quieren que la falsificación y la mentira estén por encima de la verdad.

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