llego montado en mi dinosaurio, no por viejo sino porque como dice Tomas Abraham, el automóvil es el dinosaurio del año 2000, seguramente en algunas décadas, habrá desaparecido cuando la maravillosa como nefasta tecnología imagine otra forma de movilizarnos. Mientras tanto, entro a su prolijo taller que muestra este jurassic parck en la tierra del ícono estoico, la bicicleta o caballito de batalla, como la nombraban en las carreras aquellos héroes periodistas deportivos de Radio Colón.

Ahí está Juan, en cualquier parte o en ninguna parte porque tiene el don de la bilocación, ubicuo personaje que por estar en todos lados al mismo tiempo suele ser inubicable. Pero Sandro, se quedó vivo en uno de los cuadros de la pared de su escritorio. Luego, me desconcierta tanta gloria deshabitada porque proyectado a su personalidad, todo ese ambiente es de bajo perfil. Como si no se hubiese rendido y prosternado al llamado de la fama. Es humilde, me consta, mira con ojos azules como el cielo de San Juan, recordando a Jorge Luis Borges cuando aquel hombre ciego se divertía desde sus sombras y sostenía: el azul, es insustituible. Puede mantener una conversación de cualquier color durante minutos?, horas convertidas en siglos. O puede decir ¡Si quiero, cuando alguna vez le pedí que tenía que ir a traerme una camioneta en Zonda!. Es así, espèjándose en Hugo Mujica cuando sostiene que el ser se compone de dos formas de pensar: el pensamiento precipitado que fabrica, industrializa, construye dentro de la galaxia tecnológica y el otro, el que medita, que es el creativo, imaginativo y mitológico. Juan Robledo no es un charlista de café, no tiene tiempo, pero se hace un tiempito cuando charla dando vueltas en el auto del cliente, del amigo, para transportarse al bar donde Enrique Santos Discépolo escribía sobre una mesa aquellos tangos, o himnos que esculpieron la alegoría del ser argentino.

No brinda, pero se brinda y hace sentir su presencia como un acto de donación, rememorando cuando expresaba: amar es dar..amar bien es darse!!!. Mientras sus mecánicos escuchan las confesiones de mi automóvil sobre mi indolencia por haberlo hecho sufrir, mostrando sus heridas, yo veo que Juan ya no está en el lugar donde estamos, porque como un barrilete restrospectivo me hace sobrevolar hacia los cielos pasados de Juan Salvador Gaviota!!y es la nostalgia, lo dice su rostro; como Ulises es vomitado por los dioses, en las playas donde lo espera Penélope, hartos de sus quejas por no haberle bastado con ser feliz con calypso que lo devoraba con sensualidades nuevas; él prefirió el destino de mecánico despreciando los placeres que otorga la victoria cuando ganaba las carreras, recreando la ilusión de miles de espectadores que hubieran dado la vida por estar al menos un día calzando el paraíso de sus zapatos. De ahí que yo, humilde cartonero de almas indescifrables, no veo tristeza en sus ojos, solamente observo recuerdos que discuten con el presente, por eso Juan o Juancito para los de su generación, está y no está. Y todos los días debe lidiar contra esos recuerdos sobre amores, sabores, mieles que ya no vuelven para transformarse en fantasmas. Tiene 73, eligió a Penélope aunque como una manifestación tardía de la decadencia, nunca dejará de añorar a la muñeca muerta que le dejaba besos perfumados en la puerta del taller. Carreras, farándula, facha, tríptico mortal que lo llevaría a Juan Tenorio que por haber tenido tanto y de todo, se quedó solo.

De ilusiones y de recuerdos tambien se vive. Como dice García Márquez..la vida no es lo que vivimos sino lo que recordamos y cómo lo recordamos para despues contarlo. Pero Juan no se puede dar el lujo de vivir el día a día, porque moriría de aburrimiento por eso y por los recuerdos y por la gloria a la que le dio la espalda, solamente debe vivir un día a la vez, pagando la factura de que ahora por merodear el crepúsculo, es la gloria del pasado la que le da la espalda. Y su alma a veces llora, y a veces canta cuando observa y disfruta su cosecha mayor, la descendencia de nietos que alza y abraza..y sostiene, al futuro, al presente. Puede avanzar porque sabe que para eso, debe recordar, es lo que abunda y no lo muestra, tampoco lo demuestra, pero está colmado de recuerdos de todos los colores e intensidades.

Ya está, ya pasó, pudo desafiar al Everest y ganó su mejor carrera: la compasión, porque de otra manera pero como Napoleón, vivió todo, experimentó todo, cruzó todos los límites. De ahí que las fotos..sus fotos..no muestran lo que se ve..al contrario, reflejan lo que ya no está. Y aun cuando él sabe que por la gloria, la fama, a muchos de aquellos habitantes el mundo se volvió triste para siempre, él se salió a tiempo y hoy es un sobreviviente.

Mi auto espera, me despido de Juan, que con él es como una recepción si la vida es ver volver, ¡ni se atreva el virus!, nosotros nos abrazamos aceptando el riesgo.

¡qué haces..que haces! me reta mi auto…y que hago?..vamos…poné la primera boludo, has puesto la marcha atrás!!!!…uhh está bien me equivoqué perdón. Y ahora qué haces!!!dejame tranquilo estoy viendo ese taller por el espejo retrovisor!!!…ruge el motor..sos tonto..que queres ver el pasado?…y si..por que no?….dinosaurio, caballito de batalla que se yo..me contesta….el tiempo no vuelve Juan Carlos..vamos!!y limpiame el parabrisas que no veo un carajo..echame agua…dale…te atendieron bien?….si, pero el chango ese de ojos azules….si Juan, que pasa…creo que necesita limpiaparabrisas, dejá de hablar boludeces!!!por qué decis eso?…no se, le vi los ojos mojados..como si se lloviera por dentro. YYY si…a mi tambien me pasa; pero yo auto soy un monton de latas no tengo sentimientos..a mi no se me caen las lágrimas..Ustedes al menos tienen el amor…..si pero el amor tambien duele, te lo aseguro.

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