He escrito varias biografías sobre personas profesionalmente importantes que incidieron en el último destino de esta provincia, generalmente seres fallecidos, cuyos descendientes no estuvieron con algunos aspectos o con toda la obra, pagaron como corresponde pero no las publicaron. Les aclaré en su momento, que bien podía publicar dichos trabajos como biografía no autorizada, total, la gente me iba a creer lo mismo, pero preferí respetar la voluntad de quienes me contrataron. No voy a dar los nombres de dichas biografías porque estaría violando mi palabra, aun sabiendo que he quedado mal con muchas personas que dieron su testimonio y me prestaron su tiempo, cuando, algunos fallecidos, me reclamaban: ¿ y para cuando la publicación?. Me quedé con esa deuda, mientras que algunos cansados de esperar, decidieron morirse. Ese pasivo y el daño moral que le produce a un escritor, no le publiquen su obra de arte, porque la literatura es un arte, no tiene precio. Sin embargo, aprendí mucho porque averigüé, investigué, hurgué almas, comparé aquellas vidas con mi vida ya que siempre nos estamos comparando, vivimos entre destinos comparables; me legaron conclusiones muy intensas para que en algunos aspectos de nuestra vida, yo pudiera comprender y compartir con mis lectores, por ejemplo en el caso específico que voy a abordar, sobre la pobreza del legado entre generación y generación, en otras palabras, sobre la profundización de lo distinto y para mal, que salieron, se generaron y hasta degeneraron los hijos de los padres. Basándome en el proverbio árabe que sostiene: ” nos parecemos más a nuestro tiempo que a nuestros padres”. Es rigurosamente cierto, el problema es la decadencia, cuya mayor responsabilidad cae, paradójicamente, no en la vida que llevaron sino en la forma que nuestros antepasados relativamente recientes criaron a sus hijos. Ya lo advertía Bertrand Russel: críen y amen a sus hijos, pero jamás les mientan.

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Una universidad norteamericana hace décadas hizo un seguimiento durante muchos años, sobre el comportamiento y la crianza de varios niños luego adolescentes, jóvenes que concluyeron adultos y en ese estadio terminaba la investigación. Siguieron y estudiaron a niños bien educados, digamos, normales, iban a la escuela hijos de padres de buen poder adquisitivo, no les hacían faltar nada, les toleraban alguna que otra transgresión, se llevaban materias, a veces repetían, a temprana edad ya tenían automóvil, sexo, elegían la comida, y comían con apetito pero nunca sintieron hambre, eran bastante sobre protegidos tanto por la madre y el padre; no necesitaban pedir. La otra línea de investigación recalaba en niños no necesariamente pobres, pero se les exigía, cumplir estrictamente con las reglas, hacerse la cama, mantener la habitación limpia, hacer los mandados, cortar el césped, y si no cumplían no tenían gratificación. Les enseñaban a respetar, a desarrollar valores fundamentalmente a ser agradecidos. Al final de tal seguimiento e investigación, cuando todos fueron adultos; los primeros, frecuentaban el psicólogo, había suicidios, generalmente se divorciaban y volvían a casar buscando lo que no encontraban, algunos eran padres abandónicos, generalmente desertaban de cualquier actividad que exigiera sacrificio, moralmente mediocres; insatisfechos.

El segundo bando, ya adultos, eran seres estables en todo sentido, practicaban deportes, tenían más hijos con una sola esposa, muy pocos divorcios, habían desarrollado vocaciones, participaban de voluntariados, llevaban a sus hijos a la escuela y a la iglesia, aunque fuesen humildes, construyeron su propia casa, le exigían a sus hijos lo que les exigieron a ellos su padres, en resumen, era tipos felices. Fuertes ante las contrariedades no se permitían el lujo de la astenia y los problemas movilizaban tomándolos como desafíos.

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Antes de ir al plano general y al promedio de la personalidad de nuestra juventud, me detengo en lo que comprobé en las biografías mencionadas, acompañadas también por 40 años de periodismo que abonó mucha experiencia. Un caso no publicado, el hijo varón tuvo todo y más que todo. El padre se apropió practicamente del niño y con la madre al lado porque jamás se divorciaron, lo crio a su manera, a su estilo, lo vestía como él, desde muy pequeño viajaba a Europa con él, a los 18 años tuvo el único automóvil de ese tipo en esta provincia, manjares, viajes, sexo para tirar hacia arriba, manteca al techo; no se si había asimetría que es fundamental pero más que paternidad hubo compinchismo en todos los sentidos. Observese que la madre era prácticamente un ser excluido. Abundado de placeres, un día, el padre, excelente persona, muy capaz, merecían una biografía, porque este pueblo olvida rápido, yo estoy contando lo que observé como un hecho privado; se enferma y muere. Que pasó?..tanto padre, terminó despersonalizando al hijo, hasta tal punto, que desde aquel momento infausto, el hijo jamás elaboró el duelo, porque quedó como muerto en vida, y aunque le siga sobrando todo, le falta lo principal; algo así como si se le hubiera muerto la mitad de su ser. Y no para de llorar. ¿Quien fue el culpable de toda esta tragedia?. El Padre.

Caso número 2. Otra vez el padre lo empodera al hijo, no era el único, le consentía cualquier travesura, pasaron los años y en este caso fundamentalmente este hijo debió asumir las reponsabilidades del padre y la madre enferma. Pero ante los hermanos terminó creyendose el precursor, actuando a su manera y dejando traslucir cierta competencia con el padre hasta el punto de creerse imprescindible en el legado, que también pasa, y en el momento de escribirle la biografía. Tuve que reconstruir gran parte con la imaginación lo que el hijo no sabía traducir; luego debí transformarme en padre, en madre y hasta en hermanos, porque era tal el individualismo, que estaban convencido que la vida empezaba y terminaba en él. Le agregó otro apellido a su nombre para distinguirse del padre, pidió hacer el preludio, el postfacio, poco aportaba, pidió que yo no figurara en la obra, accedí, pidió aparecer como el autor excluyente de la biografía, también accedí. Pero surgio un problema que creo todavía no lo supera, cuando le leía algunos párrafos escritos y pensados por mí, jamás logré que los entendiera, no entendía nada. Pero resaltaba su figuración. Entrevisté a sus hermanos, mucho más humildes y más exitosos, eso dice bastante. Hasta que lo di por terminado y nunca lo publicó. ¿Por que accedí a convertirme en un escriba?. No me creí con los derechos a contradecirlo, cobré y me fui.

En otro caso, el hijo no quería los casi 30 testimonios a quien yo había entrevistado, porque consideraba que el único testimonio válido era el de él, pero yo no me podía apropiar como si fueran míos de aquellos aportes por una cuestión ética, tenía que dar los nombres de quienes accedieron ante un vida tan rica. No les gustó y tiró el libro a los perros.

En cuanto al periodismo me dio la oportunidad de observar detenidamente y durante años padres que consentían a su hijo varón en detrimento de las hijas para las decisiones clave, o el empoderamiento, que no era el mayorazgo, pero quizás un par de caso, la cultura oriental de inmigrantes prevalecía y esto generaba grandes internas, llegando el hijo sobre protegido a destruir la obra del mismo padre. Políticos, empresarios..médicos..transportes..canales…diarios….los hijos destruyeron la obra de los padres.

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Hay una arista que viene de nuestros antepasados, recordemos abuelo ganadero, hijo encomendero, nieto pordiosero. Porque en la sucesión se han ido perdiendo valores fundamentales que se sostenían en la casa cuando era hogar y en la escuela cuando enseñaba y se aprendía y en las sucesivas revoluciones industriales, cuando la tecnocracia y la ciencia mancillaron a la palabra, a la creacion de belleza y al pensamiento. Lo dice Chistofer Clave en otro artículo:

“El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, en los últimos veinte años está disminuyendo…

Es la vuelta del efecto Flynn. Parece que el nivel de inteligencia medida por las pruebas disminuye en los países más desarrollados.
Muchas pueden ser las causas de este fenómeno. Una de ellas podría ser el empobrecimiento del lenguaje. En efecto, varios estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento de la lengua: no solo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas linguísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo.
La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre al presente, limitado en el momento: incapaz de proyecciones en el tiempo.
La simplificación de los tutoriales, la desaparición de mayúsculas y la puntuación son ejemplos de “golpes mortales” a la precisión y variedad de la expresión. Solo un ejemplo: eliminar la palabra “señorita” (ahora obsoleta) no solo significa renunciar a la estética de una palabra sino también fomentar involuntariamente la idea de que entre una niña y una mujer no hay fases intermedias.
Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad para expresar las emociones y menos posibilidades de elaborar un pensamiento.
Los estudios han demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de describir sus emociones a través de las palabras. Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible. Cuanto más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento.
La historia es rica en ejemplos y muchos libros (Georges Orwell-1984; Ray Bradury-Fahrenheit 451) han contado cómo todos los regímenes totalitarios han obstaculizado siempre el pensamiento, mediante una reducción del número y el sentido de las palabras.
Si no existen pensamientos, no existen pensamientos críticos. Y no hay pensamiento sin palabras. ¿Cómo se puede construir un pensamiento hipotético-deductivo sin condicional?¿Cómo se puede considerar el futuro sin una conjugación en el futuro. ¿Cómo es posible capturar una tormenta, una sucesión de elementos en el tiempo, ya sean pasados o futuros, y su duración relativa, sin una lengua que distingue entre lo que podría haber sido, lo que fué, lo que es, lo que podría ser, y lo que será después de lo que podría haber sucedido, realmente sucedió?
Queridos padres y maestros: demos a hablar, leer y escribir a nuestros hijos, a nuestros estudiantes. Enseñar y practicar el idioma en sus formas más diferentes.
Especialmente si es complicado. Porque en ese esfuerzo está la libertad. Quienes afirman la necesidad de simplificar la ortografía, descontar el idioma de sus “fallas”, abolir los géneros, los tiempos, los matices, todo lo que crea complejidad, son los verdaderos artífices del empobrecimiento de la mente humana.
No hay libertad sin  necesidad. No hay belleza sin el pensamiento de la belleza”.
De ahí nuestro título..le damos todo, no les exigimos…meta celular, cualquier mutacion sexual, goce prematuro, cercenamiento de la voluntad y el esfuerzo…entonces querido Bruto, no le echemos la culpa a las estrellas y no sigamos cometiendo el error de nuestros antepasados, que creyeron que los hijos iban a ser tan esforzados como ellos, entonces los liberaron del desarrollo de los talentos del hombre. Por eso Schopenhauer tenía razón: lo peor del progreso, es eso, el progreso. Claro porque el desarrollo no siempre es lineal y se entra en la decadencia.
Y están finalmente aquellos que se tuvieron que fabricar todo, porque recibieron menos diez..fueron un estorbo y debieron luchar para meterse en el peloton y sobresalir; es cuando se dieron cuenta que sus vidas ya venían con el estigma del contrasentido..no queriendo ser del montón no aceptaron que la vida les regalara nada…con la multitud en contra, porque todos quieren hacer lo mismo…cayeron en la cuenta de que todo el tiempo se reduce a su propio contratiempo.   JCM

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