No se cual fue mi primer pensamiento. Como tampoco se cual fue mi primer palabra. Alguien escuchó por mi el primer latido, mi primer llanto y solamente la madre puede diferenciar cuando el bebe llora porque le duele algo o porque tiene hambre. Pero hay un recuerdo en mi de algo que me pasó cuando no se, creo haber tenido entre 3 y cuatro años. Fue de madrugada, no tuve miedo, pero alguien se acercó a mi cama. El cuarto estaba a media luz, nunca mi madre me dejaba en la oscuridad. Quise abrir mis ojos y no pude, sí recuerdo un aliento suave, como cierta brisa que me cobijaba y sentí dos dedos, el índice y el mayor sobre mi frente, el calor de la mano envolvía mi rostro y me quedé dormida. Nunca dije nada. Pasaron los años, las décadas, mi alma fue arrastrada por varias correntadas que me llevaban de naufragio en naufragio y mi ser se forjaba entre el fuego eternos de volcanes que se abrian como fauces de dragones que me llevaban hasta las puertas del infierno. Y fracasaban las tinieblas, porque se encendían las luces de mi alma. Cuando cumplí 17 años, volví a sentir en mi cama con una pierna rota, la presencia de ese ser, que al estigma que me imprimio en la frente cuando despertaba a la vida ahora me hipnotizó sentí esos dos dedos en la rodilla y ese ser me dejó sus ojos para siempre. En ese instante supe que nunca me iba a enamorar de nadie porque el mismo ser que me dejó su mirada infinita, se llevó mi corazón. pasaron los años, tuve tres hijos maravillosos, hoy tengo nietos, y ese ser se fue, pero nunca se fue. Porque en los momentos más siniestros de mi destino intransitable, yo tenía como dice Aristóteles el estigma trágico con el que se marca a los niños desde la cuna y que llevarán en la frente. Pero me aferré a esos ojos cada instante de mi vida, ellos me daban luz, y transformó el estigma trágico, me lo sacó de la frente y se lo encarnó él en su frente, que hoy se puede ver como un bendecido lunar color ¡AZUL!. Ahora comprendo que mi vida fue una misión que vino del cielo azul para defender la paz, cicatrizar las heridas, empatizar con el dolor de los demás, cambiar garras por caricias, enfrentar el hambre, multiplicar los panes, desafío solamente posible por la fuerza del amor. Que un día fue una ilusión; yo lo recuerdo ahora cuando amenazaban mi vida aquellos jinetes del mal, siempre pasaba por mi lado, caminaba se me adelantaba unos pasos daba vuelta la cara: era el rostro de Dios. Que me llenaba de amor, era el estigma que se convertía en gema sagrada y eran los ojos de ese hombre que me tocó la rodilla que se iba, pero que nunca se iba. Y cuando el vértigo del precipicio anunciaba mi final, Dios me devolvía al mundo tomandome con sus benditas manos. El mal y el bien luchaban en el centro de mi ser porque yo estaba predestinada a devolver golpe con amor, insultos con bendiciones, y puse mil veces la otra mejilla, entregué todas mis túnicas, caminé miles de kilómetros y nunca dije nada, nunca pedí auxilio, nunca me quejé y asi me convertí en la acreedora de mi propio destino. Tres amores tengo en la vida, tres hombres, Dios, mi padre en vida y ese hombre misterioso que desde que me lo robó nunca más me devolvió el corazón-. Soy feliz, Creo profundamente en Dios y rezo mucho para que después de esta pandemia…como dijo Paulo VI…empecemos a transitar en el tercer milenio, el siglo 21, tiempo cuando vuelven los héroes, los líderes y los santos.