PADRES PREOCUPADOS: ESTE NIÑO UN DIA DESPIERTA Y ES DOMINGO FAUSTICO, AL DÍA SIGUIENTE ES JUAN DOMINGO, Y AL SIGUIENTE ES JUAN MANUEL Y A VECES LO LLEVAMOS AL MÉDICO DICE Y ACTUA COMO UN TAL MARCELO TINELLI Y A VECES NOS HACE REIR ES UN MIMO Y ACTUA COMO UN TAL ALBERTO OLMEDO. O SAN MARTIN O MARADONA O CRISTINA FERNANDEZ..CUANTAS PERSONALIDADES TIENE ESTE NIÑO!!! Y QUE DICE EL MÉDICO?….QUE PADECE DEL SINDROME DEL QUE SE TRANSFORMA HOMBRE EN CARICATURA Y VICEVERSA. FICCIÓN DE LA ESQUIZOFRENIA. HAN PASADO 300 AÑOS..SI..HOY ESTAN DIVIDIDOS EN 24 PAÍSES O PARCELAS O ESTANCIAS. AHH UNA MERMELADA. y ESE FRASCO QUE TIENE. MMP. QUE ES ESO?…MERMELADA DE MIERDA POLÍTICA. ES BARATA….

Amanda, Martiniano, la pampa, los gozos y martirios, la venganza enseñoreada, fueron edificando las grandes antinomias. Desde la segunda creación exportada desde Europa por el decaimiento de la primera, desde el primer desembarco hasta el siglo de notables y de impresentables, en la época decimonónica transcurrían los primeros tiempos posteriores de la revolución de mayo, el proceso histórico humano va a generar un ser excéntrico, irrepetible y determinante, que influirá enormemente en las generaciones futuras. Este ser desigual y desconcertante por su mismidad enfrentada, será la síntesis, del arquetipo que dominará los tiempos. Sus padres fueron ancestros ambivalentes, su descendencia terció entre la maravilla, el estupor y el desencanto. Cuando él nació, medio país estaba contento y medio país estaba triste. Después de dos siglos, las multitudes seguían desorientadas, porque las dos mitades del ser seguían con vida. Fue el único caso en la historia de la humanidad, porque nadie vio ni lo imaginó en las mentes más delirantes de la novela de ciencia ficción, que realmente pudiera haber existido alguien así, ¡qué curioso!. Porque este ser insólito provendrá de un embrión que hará de la persona  referida, a alguien que será un enfermo incurable. Esa enfermedad lo marcará de por vida y como peste sucesiva, se extenderá hasta el final de los tiempos. Domingo Juan, cuyo nombre iba a heredar un presidente paradigmático del siglo siguiente, desde sus primeros años, ya demostraba signos en su personalidad que dejaba perplejo no solamente a sus padres sino a todos los parientes, al cura, a sus amiguitos y obviamente a sus grandes maestros. Ya en su primera niñez ante el asombro de los padres, mostraba una mente que comenzaba a refulgir encandilando a los doctores más probos. La escuela le producía bostezos, porque la superaba, los juegos de niños fueron sustituidos por lo que artesanalmente hacía con sus manos y con la arcilla, fabricando hombrecitos y horizontes, comandantes y batallas, escuelitas multitudinarias que sería la premonición de lo que su alma le reclamaba. Solamente le faltaba, como dicen los evangelios apócrifos que fabricara golondrinas de barro como las hacía Jesús y con el aliento las hiciera volar como pájaros del aire. Sin embargo  Domingo Juan era un niño con alas,  caminaría por estas tierras trajinando la realidad polvorienta y cotidiana hasta empantanarse en el barro de la mediocridad, para luego lanzarse con su mente alada hacia los confines más remotos de la imaginación que se sublima en fantasía como preanuncio de remotas futuras realidades. Porque Domingo Juan, como nadie en el mundo, siendo hijo de estas tierras lejanas y epilépticas, visualizaría en la interconexión del telégrafo, el sistema de internet que aparecerá a fines del siglo siguiente.

Los primeros síntomas de la enfermedad comenzaron a aparecer ya en su juventud, cuando sorprendiendo a todos, temporalmente asumía actitudes desconcertantes que lo mostraban totalmente opuesto de lo que naturalmente era. Obviamente en aquellos tiempos,  la medicina no estaba tan avanzada como ahora, aún cuando la enfermedad todavía no tiene cura, por lo menos para medicamentarlo. Pero ¿a quién se le iba a ocurrir a mediados del siglo 19 que se podía tratar a un joven argentino de esta enfermedad, que hasta costaba pronunciarla?; la esquizofrenia.  Domingo Juan  ya experimentaba ese cambio de personalidad, cuando se comportaba como una mente brillante, capaz de constituirse en oráculo, superando las mentes de su tiempo y la de los siglos venideros, o apareciendo repentinamente como un caudillo de su tierra, con conceptos diametralmente opuestos y comportándose como lo que desde su otro yo fustigaba, un bárbaro. Pero cuando Juan Domingo tenía aquellas manifestaciones de caudillo demagogo queriendo unificar por la fuerza, lo que a veces debe hacerse con la razón, no significaba necesariamente que no tuviera toda la razón, en un proyecto de sociedad dispersa, enfrentada y hasta envalentonada contra ella misma. Entonces ya con el correr de los años, cuando el  Domingo Juan original tratando desesperadamente de sacarse de encima a ese otro yo que lo martirizaba, bregaba por una sociedad civilizada y adelantada, integrándose al mundo y al destino preclaro que soñaron sus padres, se transmigraba en el otro ser que proponía los conceptos opuestos. La esquizofrenia lo había convertido en un “contra ser.” El primero hablaba de educar al soberano, pero cuando se transformaba en el otro, lo barbarizaba y lo sometía brutalmente en dictaduras sangrientas, que no admitían la discrepancia porque se pagaba con la muerte. Sin percatarse Juan Domingo por sus actitudes ambivalentes había partido aquella sociedad en dos. Entonces los dioses maniqueos estaban en su salsa porque tomando posición para siempre, sabían que debían agradecer eternamente que hubiesen encontrado un lugar en el mundo donde un dios vive del otro y recíprocamente porque jamás pueden vencerse, ya que el sustento del maniqueísmo es la lucha permanente entre dos espacios que no se vencen jamás pero que desencadenan en sus habitantes el odio contra odio, la razón contra la razón y el enfrentamiento por el enfrentamiento en sí. Haciendo de la desavenencia un valor absoluto, que diviniza la discordia y nos lleva a la desesperación. En ese contexto, allá a mediados del siglo 19, en Juan Domingo se había encarnado una guerra que con el tiempo tomaría otras formas y matices como un monstruo que se va mimetizando, pero que alimentada por el maniqueísmo y heredada genéticamente en las generaciones venideras, se mantendría así durante por lo menos doscientos años más. Un ejemplo de este maniqueísmo en el tiempo que generó la enfermedad de  Domingo Juan, es que a principios del siglo veintiuno y ya transitando el tercer milenio, un legislador de la provincia de Buenos Aires le quiso cambiar el nombre a cierto tramo de una calle que se llamaba Domingo Juan(el oráculo) por su antónimo, Juan Domingo(el nacionalista) lo que armó un soberano quilombo en la población, porque el enfrentamiento y las diferencias estaban intactas e irreconciliables.

La cuestión no era tan fácil de resolver y por eso fue siempre pregunta y nunca respuesta, porque cuando para diferenciarse, digámoslo así Domingo Juan creó la antinomia: Civilización o Barbarie, Juan Domingo defendiendo a la provincia de Buenos Aires hizo una estructura nacional para federalizar el país porque creía que cada estado debía tener su independencia defendiendo sus particularidades e idiosincrasia y que la suma de todos ellos integraba La Argentina. En cambio Domingo Juan defendía el unitarismo porque consideraba que las decisiones fundamentales se manejaban desde Buenos Aires. Disyuntiva que liberó un virus que perdura hasta nuestros días: La semántica. Con una acepción diferente para estas pampas, porque si bien corresponde al significado de las palabras, en el caso nuestro, la semántica adquiere la significación de que decimos lo contrario de lo que somos, ya lo diría un genial ciego que vivió en el siglo veinte, cien años después cuando aseguraba: “nada se parece menos a lo que decimos”. En este sentido los problemas argentinos son de naturaleza semántica porque se promueve lo que no se hace, se promete lo que no se cumple, y se interpreta la realidad al revés. De ahí  se puede comprobar que cuando se producía la antinomia federales o unitarios, caían en el contrasentido porque  Domingo Juan tratando de educar al soberano e inflamarlo de conocimientos y progreso, defendía el más federal de los estados, en cambio cuando le daban los ataques de esquizofrenia y se convertía en  Juan Domingo y lanzaba la consigna federación o muerte, nadie se percataba que en realidad estaba gobernando para los estancieros de la provincia de Buenos Aires. Las confusiones eran enormes porque Domingo Juan hablaba de unitarismo pero era federal, mientras que Juan Domingo decía que defendía el federalismo pero era el más unitario de todos. Fue tal el arraigo del maniqueísmo que dejó de existir el prójimo, apareciendo un nuevo engendro que lo sustituyó, fue el contrójimo quien generaría el gran vómito colectivo, del volcán en erupción que lanza aludes de lava sobre los diferentes suelos del tiempo.

Un siglo después surgiría del clamor popular, un conductor quien se llamará Juan Domingo y se identificará plenamente con él, aunque paradójicamente gobernará al país a fines de la década del cuarenta y a principios del cincuenta, cuando La Argentina se había convertido en el gran foro cultural de América Latina, con fuertes inversiones en educación. Otra vez la semántica y la mimetización, porque ese presidente se identificará por los métodos y la forma demagoga de conducir a sus seguidores, con Juan Domingo, pero en la práctica le dará prioridad, en el centro cultural de América, a lo que predicaba Domingo Juan. Una gran paradoja o para joda en el resumen genealógico de una sociedad seria, que se ríe de sí misma. No obstante Juan Domingo, el del siglo veinte, introduce el proselitismo y desnaturaliza la educación argentina cuando la contamina con halagos y fotos de él y de su esposa. ¡Que contrariedad!. Y el ciego más culto fue nombrado inspector de aves y conejos. ¡Una cuestión semántica…mortalmente semántica!.

Domingo Juan es el modelo del hombre que supera el tiempo, porque se adelanta a los acontecimientos, con fuerza de iniciativa y visión. Es la mente que puede ver más allá del horizonte, es el guía, el faro de sabiduría, en la noche del mar de la ignorancia, a la que combate toda su vida, porque ve en ella, el atraso de los pueblos, la disolución de las sociedades y el retroceso de los valores fundamentales. Cuando Domingo Juan pronuncia la disyuntiva: “Civilización o Barbarie”, es todo un acontecimiento para la humanidad  porque sintetiza radicalmente los dos únicos caminos a seguir que tiene el ser humano en la vida, se lanza hacia el conocimiento hasta llegar al máximo grado de la sabiduría o se relaja en el retroceso bárbaro de la ignorancia que lo replegará aun más  al hombre fatalmente retrógrado. Pero esa refulgencia estelar de la mente que está desbrozando el presente y despejando el futuro se confunde cuando en sus esporádicos ataques cambia de personalidad para transformarse en  Juan Domingo. En esta manifestación de su duplicidad, tanto en una como en la otra personalidad, estará estereotipando dos vertientes a seguir, grabadas a fuego en la genealogía del pensamiento argentino. Este chamuscamiento de las neuronas abona el maniqueísmo y separa lo que nunca más podrá unirse aún con el paso de los siglos, porque sus manifestaciones más que distintas son contra distintas, opuestas, antitéticas, antinómicas, enfrentadas. Sin embargo, podrán mantenerse en el tiempo, trascendiendo siglos y generaciones, ya que ambas aún cuando se contraponen, tienen su costado positivo y hasta podría decirse que son patéticamente complementarias. De lo contrario, una de las manifestaciones hubiera absorbido a la otra  en el tiempo pero no ha sido así, por eso el karma sigue vigente como aquellas discusiones Socráticas, ante las cuales la eternidad se convierte en ápice. Porque el tiempo es efímero ante la discusión de las esencias, sin embargo en este caso, la discusión no alcanza la eternidad de los griegos y se diluye en la fugacidad de los argentinos. La confusión será la constante, la realidad se volverá mimética, y la disyunción por oposición “o” someterá a la conjunción “y”. Habrá que alinearse en federales o unitarios, Peronistas o radicales, porteños o provincianos, alpargatas o libros, relaciones carnales o tercermundistas, conservadores o progresistas, de izquierda o de derecha, subversión o represión, figuración o muerte, religión o muerte, San Martín o Rivadavia, blanco o negro en un país de pensamiento gris. Boca o River, siempre la letra “o” por oposición en un país que se degradará en la corrupción   porque  el tiempo y el relajamiento lo harán claudicar para que en todos los órdenes busque la facilidad y el acomodo para no rendir concurso de oposición. Y ya sabemos que en el país donde todos son jueces, no hay justicia; donde todos son opositores hay solamente complacencia con la coima  y el disfuerzo; donde, evidentemente nunca hay culpables, obviamente  nunca habrá inocentes. Todo se cubre, nada se descubre; todo se pierde, todo se crea y nada se transforma. Es la ilegitimidad en el alma ante la falta de certezas pasadas y de perspectivas futuras, cuando seguiremos creyendo que como sociedad siempre nos habrá parido una madre puta…. ¡ la madre que nos parió!. Domingo Juan crea El Facundo, la Guernica Argentina del siglo 19, pero cuando le da el ataque y se transforma en el otro, no faltó alguien que le escribió el Martín Fierro, gaucho miserable y cuchillero. Ambos son auténticos, distintos e iguales. Hegel los observaba desde Europa y diría: la tragedia es cuando todos tienen la razón.

Se ha despertado en una mañana soleada convertido en Juan Domingo, por eso saldrá a cabalgar por las pampas para tocar con sus ojos aquella inmensidad que genera recursos y caos. Observará desde el mangrullo de su coraje que el indio sigue haciendo estragos en estos pueblos que nunca podrán emanciparse de la miseria y de las guerras con los salvajes y con ellos mismos. Mira al horizonte y solamente comprende que la venganza de los indios no se apagará jamás, porque la maldición está tan vigente como cuando ardían de odio los primeros habitantes al sentir en carne propia la violación y el escarnio por parte de aquellos hombres de hierro que vinieron a traer la discordia. No conoce otro método que enfrentarse con el enemigo exterior, como lo hará  contra los ingleses, para luego hacerlo con el enemigo interior ante las guerras irresueltas de la independencia. Pero cómo hablar o ponerse de acuerdo con ese indio que no quiere hablar salvo con el idioma de las lanzas porque reclama lo que es suyo, lo que por naturaleza le pertenece, ante invasores que lo van desplazando lentamente  hacia más allá del límite de la tolerancia cuando se va perdiendo irremediablemente lo que jamás se volverá a recuperar….entonces deberá invadirlos y en lo posible exterminarlos y si no termina la tarea, ya habrá alguien a fines de ese siglo que lo hará definitivamente para que las ultimas ilusiones indias se estrellen contra una “Roca”, para que algún día una mente excepcional proclame desde Méjico: “ el argentino aniquiló al indio”. Es la misma mente que dirá que los mejicanos descienden de los Aztecas, los peruanos de los Incas y los argentinos de los barcos. Mientras tenga esa enfermedad que se le manifiesta en Juan Domingo hará las primeras campañas al desierto y despejará la asechanza contra los cristianos por parte de estos salvajes ¿bárbaros?. Otra vez la confusión. Y pensar que cuando se transforma en Domingo Juan muchas veces idealizará al gaucho, aunque lo terminará enviando a la frontera, para crear un nuevo foco de discordia también irreconciliable. Pero ahora debe proteger a los hacendados de Buenos Aires contra el indio y contra las embestidas del interior, para defender federalmente a un sector de la Argentina, hasta que caerá por una batalla con el desarraigo que produce el exilio, precisamente en los brazos de quienes expulsará ante uno de los acontecimientos de defensa de la nación que jamás será olvidado. Pero ahora tiene algunos problemas que resolver, el indio, el interior, y la amenaza extranjera, la disgregación, aunque no lo deje dormir la dispersión de gentes que no tienen identidad y que vagan sin rumbo por la pampa sin caminos.

Esta actitud de Juan Domingo paulatinamente se va a encarnar en gran parte de la población como el hemisferio opuesto al otro sector que creerá exactamente lo contrario y en enfrentamiento de ideas y de armas llevará décadas y ríos de sangre, por causas que se oponen y se agotan entre sí. Esta manifestación autóctona y nacionalista de Juan Domingo bregará para que el pueblo disperso tome una postura, se identifique con una posición porque de lo contrario caía como espada de Damocles sobre estos grupos divergentes y nómades la siguiente consideración: “la dispersión es la razón de ser, de nuestro no ser”, es lo que se sentía y se interpretaba en ese momento, para lo cual Juan Domingo toma la cruenta decisión de crear la Divisa Punzó, una indicación como si fuese una escarapela de color rojizo para que los habitantes demostraran que habían sacado su credencial de argentinos. Sin embargo con la creación de ese distintivo aparecerá el monstruo de la intolerancia por parte de la mazorca y de los mazorqueros, que llegaron a ser la primera banda de paramilitares en la Argentina, trabajando al servicio de la inaugural dictadura y utilizando al estado nacional como el primer organismo al servicio del aparato represor. Juan Domingo y sus epígonos son los creadores del aparato de estado y los pioneros, no solo de la primera dictadura o tiranía en estas tierras sino de los primeros habitantes desaparecidos por orden del gobierno. Lógicamente y como se ha dado en todo el curso de nuestra historieta en el reciclado de los acontecimientos que por no superarse se envejecen con las mismas formas, para volver a recrearse sin cambiar de fisonomía, este monstruo se volverá a repetir consecutivamente. Pero Juan Domingo y sus mazorqueros crean el aparato  represor de estado, eliminan a los que disienten con ellos, torturan y hacen desaparecer a las personas. Se instala así un pensamiento que se cristalizará peligrosamente en el ser, cultura o carácter nacional, que es la maldita costumbre de delegar la propia vida en los demás. Esto significa que debe haber otro, ya sea caudillo, papá, dictador, autoritario, mesías, salvador, que piense por mí, viva por mí, sueñe por mí, me elija los libros que voy a leer, el destino que voy a cruzar, como si yo fuera un zombi o un muñeco a quien otro le maneja la cuerda o el alma. Este comodismo se irá instalando de tal forma que siempre vuelve, apareciendo a fines del siglo diecinueve, en los primeros años del siglo veinte, en el año 1930, luego en 1955, en el año 1966, posteriormente en el año 1976, con intermedios de golpes de facto entre los mismos gobiernos militares. Ese hábito que se estereotipa en la conciencia nacional se encarna de tal manera que hasta los mismos políticos de fines del siglo siguiente aceptarán que ellos, defensores y nutrientes de la democracia, irán muchas veces a golpear la puerta de los cuarteles para que se instalen nuevamente los golpes militares, que significaba traerlo a Juan Domingo para “poner orden” aunque con esa excusa llegara a la cifra exorbitante de treinta mil desaparecidos. No importa, porque la instalación de ese modus vivendi era tal que pasados muchos años de la última instalación de la democracia, ya en el siglo veintiuno, gran parte de los habitantes de estas tierras que nunca llegarían a ser ciudadanos, por insistir en la categoría de individuos y no de personas, tendrían nostalgia (nostos, regreso; algos, sufrimiento) dolor por no poder volver al lugar donde existía el autoritarismo. Con la consecuente contradicción de que cómo se puede querer volver al infierno, es que justamente el infierno es así, al que no le desapareció un hijo, le fue bien o más o menos económicamente y no tenía problemas de seguridad porque toda la población vivía intimidada, quería volver a vivir esa época de oro, aunque multitudes hubieran sido masacradas, es justamente la táctica de la maldad, disfrazar la realidad haciendo aparecer lo malo como bueno y lo bueno como malo. Fría bazofia humana es el hombre mediocre diría un escritor, José  Ingenieros, quien calificaría correctamente a la estirpe de toda esta masificación que nunca comprendería que lo más fácil, termina siendo lo más difícil. Pero Domingo Juan y Juan Domingo tienen puntos en común porque ambos son una persona dividida que tiene trastornos. ¿O ambos no están de acuerdo en aniquilar, uno por crítico el otro por ejecutor, a Uladislao y Camila?

Desconcertando a los dioses, que ya no sabían qué hacer con este conjunto de humanos quienes cada vez que hacían las cosas más o menos bien, por vivir en una tierra pródiga que invitaba a reflexionar aquello de que Dios le da pan a los que no tienen dientes y dientes a los que no tienen pan, de vez en cuando aprovechando la siesta de estos seres que miraban la vida desde arriba, se relajaban, se tiraban a chantas, desconstruían lo que había costado sangre, sudor y olor a caballo, hasta terminar en los árboles como los primates. Luego cuando despertaban los dormilones, otra vez debían impulsarlos a que retomaran el camino. En esas esquinas de tiempo, un día nuevamente apareció Domingo Juan olvidándose y contradiciendo absolutamente lo que había hecho su otro yo durante tanto tiempo, entonces comenzaba a pregonar que la educación, sembrar de escuelas en todo el país y adquirir el hábito de uranio de que el  conocimiento llevaría a todo el conglomerado nacional hacia una sociedad civilizada como los países más desarrollados. Es cuando en un rapto de brillantez lanzará para siempre una imprecación: “hay que educar al soberano”, que era totalmente distinto de lo que hacía cuando sufría sus ataques de esquizofrenia y se convertía en el otro. Seguirá hablando toda su vida de la misma forma, tanto que le costará muchas veces el exilio y en su retirada, como Moisés sobre las tablas, grabará a fuego de espíritu indomable sobre las piedras de San Juan otra provocación al delirio de unanimidad intolerante que pregona la tiranía, cuando escribió: “ bárbaros, las ideas no se matan”. Pero Domingo Juan no solamente trataba de combatir con estas frases a su otro yo sino a todo el que se opusiese al pensamiento básico de que solamente con un pueblo educado se adquieren modales, desarrollo, dignidad e igualdad. Es cuando en esos raptos de inspiración suprema y premonitoria avanza y lo supera al tiempo cuando advierte que ningún país con las extensiones que tiene la Argentina se puede desarrollar equitativamente sin por lo menos unas noventa millones de personas. Lo decía hace un siglo y medio y allá a principios del siglo veintiuno cuando el país no llegaba a cuarenta millones de personas, con un promedio de medio habitante por kilómetro cuadrado en lugares como la Patagonia, le darían la razón. Después de haberlo difamado siempre, tildándolo de vende patria cuando lo injuriaban de que quería regalar las tierras y entregar el sur a los chilenos. Nunca nada más descabellado contra una mente que luchaba para que cada uno dependiera de sí mismo y se valiera por sus propios méritos. Pero ¿ quién le iba a aceptar esas locuras a Domingo Juan, si no era otro de los delirios producto de su enfermedad cuando se transformaba en otra persona?. ¿Hasta cuándo le durarían todas esas pavadas de la escuela pública, la educación, o ponerse a escribir con una pluma inigualable algunas obras como Recuerdos de Provincia o Facundo como la más egregia pintura del gaucho argentino?, si en realidad cuando le comenzaban a creer, emigraba como un cosmopolita o ciudadano del mundo a luchar por sus ideales desde Chile, Europa llegando y criticando el nivel de la madre patria, atreviéndose desde Estados Unidos a levantar el nivel intelectual de la clase política argentina para que después del exilio, habiendo ocupado cargos en embajadas, de haber gobernado su provincia, debiera comparar el desapego por la educación en su lejano país como una anécdota que contaba en el país del norte cuando recordaba que a una mujer que informaban que a su marido lo estaba atacando un oso y ella en forma desconcertante contestaba: ¡ ah , yo no me meto con el oso!. De la misma forma Domingo Juan recriminando que en su país nunca le hicieron caso con la educación, porque nadie se quería meter con el oso, concluía diciendo: “ahora estos pueblos me llaman para que sea presidente de la nación”. Estaba enfermo, cambiaba de personalidad y veía visiones.

Domingo Juan hizo de la educación un culto, fue su obsesión porque creyó decididamente que educando al soberano se construía la nación, comenzaba a tejerse definitivamente el poncho protector de un país desguarnecido ante el mundo y que esencialmente no había otra manera, otra posibilidad de alcanzar el horizonte del progreso si en el corazón de las decisiones políticas no estaba arraigada la conciencia de la educación. Sus obras fueron innumerables, no menos que sus polémicas, pero frontalmente su concepto revolucionario en tiempos de barbarie,  que había que crecer estudiando, aunque sea en escuelas ranchos o debajo de los árboles, marcó para siempre a las futuras generaciones que lo idealizaron e identificaron con la mente luminosa que desbrozaba ignorancia para abrir los caminos hacia lo que ciento cincuenta años después se llamaría el primer mundo.

Lamentablemente la esquizofrenia siempre volvía con sus ataques y la otra cara de la moneda devaluaba con la misma fuerza, todo lo que a él le había costado revalorizar cuando sufría el cambio de personalidad. Tarde o temprano cambiaría de personalidad y esta ambivalencia se fue estereotipando en la conciencia nacional, marcándola para siempre en oscilaciones que se configuraban en el paso dubitativo del elefante que avanza y retrocede. Sin embargo no era para desanimarse, lo que había conseguido Domingo Juan en todo ese siglo de notables, por la profunda significación que traería en los siglos venideros, siendo reconocido no solamente en su patria sino en todo el mundo. El no  sospecharía que un día sería recordado con una estatua en lugares remotos como Rusia y otras partes del planeta. Su obra lo trascendería y aunque siempre resistido, se convertiría en el arquetipo del educador, faro, oráculo que en los siglos venideros, nuevos personajes extranjeros solamente repetirían lo que  pregonaba. Porque cuando hablaban del cambio del poder, refiriéndose a que el poder de los pueblos pasa por el conocimiento y que el nuevo concepto de riquezas no es lo que se tiene sino lo que se sabe por parte de todo un sistema globalizado, no estarían más que reiterando lo que Domingo Juan había pregonado toda la vida cuando creyó que abriendo escuelas se cerraban las cárceles como fundamento elemental de la revalorización de la dignidad de los hombres. No exageraba cuando decía que había que hacer de toda la república una escuela, porque a fines del siglo siguiente cuando la escuela comenzó a morir  por la decadencia económica, política y social de la Argentina, el mundo vio con perplejidad que ese país que llegó a ser el faro intelectual de América Latina en los años cincuenta del siglo veinte, ahora pasaba a ser un país insignificante, por haber sustituido el hábito de la educación, cambiando la lectura por la imagen, el pensamiento por las sensaciones banales y el debate por la diatriba.

Mientras tanto, cuando se convertía en Juan Domingo, reaparecía el opuesto que debió marchar contra el indio por los estragos que hacía la sed de venganza proveniente desde el fondo de la historia, para ordenar y tratar de estabilizar la situación. Estas actitudes que con el paso de los siglos se llamarían nacionalismos y que Juan Domingo inauguró en momentos de enfrentamientos radicalizados y de mucha dispersión, tratando de unificar al pueblo detrás de un destino común, a cualquier costo y a cualquier precio de sangre, le valieron el mote “del restaurador”. Tampoco le tembló el pulso cuando debió enfrentar la invasión de dos potencias como eran Inglaterra y Francia en la famosa Vuelta de Obligado, donde sin recursos,  con más ingenio y ardides que otra cosa, impidió que las naves de estas potencias penetraran en  las arterias de la Argentina para lo que no solamente hubiera sido otra invasión y sometimiento sino quizás la imposición de otro destino. Esta obra inconmensurable, de quien fundara la tiranía en la argentina, le guardó la admiración para siempre, inclusive de los más acérrimos enemigos y detractores que tuvo durante todos los tiempos. Se lo recuerda como un solo hombre con un grupo de valientes deteniendo a imperios que venían a quedarse para siempre en una época donde no existía el derecho internacional y cuando las invasiones eran propias de los países colonialistas. Pero como dijimos al principio, en un país impredecible e inexplicable, se cuestionaría siempre hasta la legitimidad de la mayor condecoración que recibió, porque en el siglo siguiente y a fines de los años ochenta, un médico argentino, René Favaloro, ciudadano ilustre y admirador ferviente de San Martín, aludiendo a un libro, cuestionaría que el padre de la patria le hubiese legado el sable corvo del santo de la espada a Juan Domingo. Un legado y condecoración que aún con todas las objeciones, es innegable que se lo ganó en buena ley, cuando se puso al frente del destino y de la historia de los argentinos para defenderla de los usurpadores. En tierras donde la usurpación hizo tantos estragos hacia los seres autóctonos, que por esas chanzas del destino él tenía que salir a combatirlos hacia más allá de las fronteras. Pero, no había otra alternativa para un ser que estaba enfermo, porque  variaba de personalidad y alineaba a generaciones detrás de las manifestaciones alternativas de esa enfermedad que contagiaba a historiadores, intelectuales o exégetas según de qué lado miraran, la historia, si lo hacían desde el ángulo supremo del conocimiento, la cultura y la educación o desde la fuerza y la restauración para imponer inclusive con la violencia, lo que no entraba por la razón. Dilema histórico que millones de seres humanos que poblaron estas tierras con el curso de tiempo y el paso de los siglos, nunca lo pudieron resolver, porque se quedaban atrapados en el circulo interior de la letra “o”.

Sin embargo y paradójicamente, así como los extremos se tocan, hubo aspectos en la vida de estos hombres que instalaron un contrapunto histórico, en los que se iban a tocar o parecer. Porque con diferentes métodos, quizás buscaban lo mismo, defender a su manera la subsistencia y el flujo destinal de la población argentina. Domingo Juan no estaría jamás en contra de permitir que usurpadores vinieran a adueñarse de nuestros suelos y de sus riquezas, tampoco tenía por qué contradecir al padre de la patria y vio con buenos ojos que dentro del método y no cayendo en el simplismo de analizar fuera de contexto lo que sucedió en aquellos tiempos, le legara a Juan Domingo el símbolo de la libertad de las Américas. Tampoco podía estar en desacuerdo en que los pueblos debían identificarse con un destino común, la cuestión era los métodos. Por otra parte y en el caso de Juan Domingo, es difícil creer que no estuviera de acuerdo que ninguna restauración se logra, tarde o temprano si no es con la unión de todos los argentinos, hecho que no lo hace la ignorancia sino justamente lo contrario, la educación, por lo que tarde o temprano y esto es una conjetura, debe haber creído que la mazorca era un instrumento cruel y útil pero de vida finita. En este plano de confusión pueden aparecer algunos próceres que simbolizan la libertad y la fogosidad para defender lo nuestro, como el secretario general de la primera junta, a quien se lo conceptúa por su carácter y vitalidad como un insobornable, aunque posteriores documentaciones lo desnudan en sus intenciones como el primer impulsor del terrorismo de estado. Por eso todo lo que se diga y se escriba después de tanto tiempo, se derrumba en el actualismo o simplismo, que  interpreta las cosas según como nos la contaron y en realidad no la vivimos, ya que es muy diferente vivir la circunstancia conociendo todos los pormenores, que adivinarlos con el tiempo. Por otra parte es probable que Juan Domingo Y Domingo Juan hayan pretendido lo mismo, sin saberlo, haciendo las cosas inversamente. Porque en el caso de Juan Domingo que defendía la federación, en realidad estaba centralizado en la provincia de Buenos Aires. Y en el caso de Domingo Juan que bregaba por la centralización, buscaba la preservación de la nación desde el interior y con la integración de la Argentina en el mundo. Cuando Juan Domingo no deja entrar a las potencias europeas como eran Inglaterra y Francia en la Vuelta de Obligado es insensato pensar que defendía solamente a los estancieros de Buenos Aires, sino que lo hacía para todo el país y cuando Domingo Juan hablaba de la extensión territorial no era para dilapidar territorios sino para “habitar” la Argentina venciendo la desproporción demográfica que aún hoy padecemos. Sin embargo ya dijimos que se encolumnarán detrás de cada uno, escritores y pensadores que lamentablemente muchos de ellos no tuvieron la grandeza de trascender, aceptando las diferencias irreconciliables, pero enfocando a la historia que trate de entender el drama humano y que se circunscribe en el hecho de haber vivido ese momento, en ese lugar y bajo aquellas circunstancias. No faltarán en este sentido, algunos que muy identificados con Juan Domingo y con el homónimo del siglo siguiente, en el Manual de Zonceras Argentinas, profundizará más la hendidura para luego llegar a decir que tenía documentación donde Domingo Juan quería entregar tierras a Paraguay. En este caso el concepto de trascendencia histórica que trata de eso mismo, comprender aquellas circunstancias, no se limita solamente a revivir hechos pasados desde la realidad mezquina del fanatismo, sino desde una retro panorámica más abarcadora y magnánima. De todas maneras Juan Domingo o Domingo Juan murió con esta enfermedad y genéticamente La extendió a todos sus descendientes que aún la padecen con la resignación de los incurables. Es muy difícil sino imposible llevar la mochila de la oposición en si misma, porque el antagonismo no permite la construcción del espacio consensual básico para el avance y desarrollo de los pueblos, cuando en cualquier país desarrollado del mundo, siempre hay un principio de acuerdo o como se dice ahora, políticas de estado, donde los principales factores de poder de una nación acuerden no discrepar en los carriles imprescindibles. A esa madre patria que llegó a estas tierras, le costó un millón de muertos pero firmó el pacto de la Moncloa, donde se pusieron sobre la mesa de las negociaciones, los hechos esenciales para edificar un país en serio. Y cuando se dice que es necesaria la sangre para que los países se hagan “hombre” como sucedió en Europa o Estados Unidos, no es válido aquí lo que pregonaba Lenín cuando decía que “la sangre es el jabón de los pueblos” por la cantidad de sangre inocente y de la otra que regaron estas pampas y con el valor agregado insensatamente de treinta mil desaparecidos. El karma está vigente, aún después de tanta sangre derramada,  lo que más duele es cuando  se desperdicia.

Volviendo a los puntos en común de Domingo Juan o Juan Domingo unido y desunido por su enfermedad, en sus manifestaciones patológicas y de acuerdo a la circunstancia, los ataques que sufría lo hicieron parecerse mucho a si mismo, por ejemplo cuando combatía por un ideal, usando las armas, muriendo en el exilio y en la pobreza, sin poder cuando tuvo todo el poder. Estigma que perseguirá a muchos próceres que debían marcharse para luego por la devoción voraz tanatolátrica de sus habitantes fueran repatriados sus restos, uno desde Inglaterra y el otro desde Paraguay. En el siglo venidero ocurrirá un hecho extraño que abonará esa maldición de que los grandes hombres de este país, como si renegaran de la tierra o del destino, buscan morir afuera para que después lo traigan a la fuerza y por debajo de la tierra, aunque no en este caso. Es que ese genial ciego que iluminará el pensamiento del siglo veinte y que será reconocido en todo el mundo, cuando se va a morir pide que lo entierren donde pasó los mejores años de su juventud, en consecuencia, la viuda, cumpliendo con su pedido lo traslada y está sepultado en Ginebra, porque tampoco quiso quedarse para ver a la Argentina desde la hondura, en un país que no tiene raíces. Como lo reafirmará un gran pensador del siglo veinte, Hugo Mujica cuando advierte:  “abajo no hay raíz, hay hondura”.

Van Pasando los años y Domingo Juan o Juan Domingo según el ataque de turno se convierte en mito y habrá un escritor del viejo mundo que escribirá la novela más extraordinaria de todos los tiempos, es más, considerada como la máxima creación literaria que haya nacido de la pluma de un ser humano. Es perfecta porque describe sin par lo que es un ser humano en esta tierra. Nadie nunca esclarecerá por qué estamos aquí y que hacemos en este mundo, sin embargo lo que la ciencia no puede, por lo menos en esta novela, se acerca a la mejor exégesis que se haya hecho jamás, y en  esa creación donde los principales protagonistas son dos personajes, está la síntesis perfecta de todo lo que somos en esta vida. El hombre es un mito. El Quijote de la Mancha y su servidor don Sancho Panza son un mito. Solo los mitos comprenden y abarcan la naturaleza humana en toda su riqueza. La mayoría de las personas según Scott Peck  creen que los mitos son una historia fantástica, un relato que no es verdadero ni real, sin embargo hoy se cree que los mitos son lo que son porque precisamente son reales. Reaparecen de una u otra forma en las sucesivas civilizaciones y épocas. Su permanencia y universalidad se debe precisamente a que encarnan las grandes verdades. Los dragones son criaturas míticas. Fueron representados por los mojes cristianos, lo mismo lo hacían los monjes taoístas chinos y los monjes budistas de Japón. Los Hindúes en su país así como los musulmanes en Arabia. ¿por qué justamente el dragón?.

Los dragones son símbolos míticos de los seres humanos, y como tales, importante expresión de las verdades fundamentales de la naturaleza humana. Somos serpientes con alas, gusanos voladores. Como los reptiles nos arrastramos por el suelo, empantanados en el barro de nuestra naturaleza animal y en la inmundicia de nuestros prejuicios culturales. Pero como las aves, también poseemos un espíritu capaz de alzarse sobre el firmamento, de trascender al menos momentáneamente nuestra estrechez mental y nuestras propensiones pecaminosas. Como los dragones y conociéndonos míticos somos capaces de ejercitar los aspectos más indolentes o más espirituales de nuestra naturaleza. “Don Quijote sufre el encantamiento, cuando hecho prisionero, es conducido a su casa en una jaula. Sancho Panza tiene a bien explicarle al caballero enjaulado que en esa desgracia, hay más malicia que encantamiento, y que el cura y el barbero de su pueblo natal lo acompañan en ese retorno. Don Quijote le responderá: bien podrá ser que parezca que son ellos mismos, pero que lo sean ellos y en efecto, eso no lo creas de ninguna manera, los que me han encantado habrán tomado esa apariencia y semejanza, pero es fácil a los encantadores tomar las figuras que se les antojan, y habrán la de estos nuestros amigos, para darte a ti la ocasión de que pienses lo que piensas y ponerte en un laberinto de incerteza, que no aciertes a salir de él aunque tuvieses el hilo de Teseo .”. En este párrafo genial aparece la sustancia minuciosa del mito, cuando uno, Sancho Panza muestra el rostro más duro y cruel de la realidad que nos toca vivir, el otro, Don Quijote tiene la altivez del caballero encantado, es el hombre que no se resigna a la jaula, es el espíritu que arrostra los molinos de viento, es el espiritu indomable que hace que no nos resignemos a ser solamente gusanos, porque también tenemos las alas del cóndor. Es ese Cóndor que volando atravesará los Andes para llevar la libertad a pueblos oprimidos. Pero necesita de la mula, de las armas y de los seres anónimos, porque de lo contrario todo se consuma en la ilusión. De la misma forma, Domingo Juan es un mito que necesita a Juan Domingo para consumarse como tal, porque disociados no son mito, en consecuencia no son hombre y sin hombre no hay humanidad, no hay pueblo, no hay raza. Juan Domingo es la parte terrenal, es la serpiente que llevamos dentro y que debemos reptar para enfrentarnos contra el escarnio de vivir en la contrariedad, dominando la realidad cotidiana que se nos pone enfrente para que debamos apelar muchas veces a los recursos de los instintos básicos para vivir. Domingo Juan representa las alas, el pensamiento, el espíritu, el Don Quijote que llevamos incorporados en nuestro ser para creer que podemos volar hacia los cielos del pensamiento más puro. Pero quizás hubiera sido necesaria la restauración a ese precio a riesgo de que no hubiera quedado nada de lo que somos, si no hubiese habido esa parte de nuestro ser que se rebela  y que haciendo de tripa corazón o agudizando el ingenio, impidiera que nos invadieran para someternos y cambiándonos lo que fuimos por lo que no seríamos. Ambos constituyen el mito fundacional de la realidad histórica argentina, valga el oxímoron: con la tormenta del consenso, el fanatismo de la moderación, el Jacobinismo de la tolerancia, con la fuerza de la sutileza, con la brutalidad del pensamiento, con la violencia de las ideas, con la humildad de la soberbia alada, con la magia de la razón y con la razón de la magia. El, desde su enfermedad o ellos fueron el mito que complementó la fuerza de la tiranía cuando hay que producir el remezón para ordenar el caos y la sublime inteligencia que cuando baja la polvareda nos anima a buscar nuevos cielos que nos ayuden a encontrar signos más explicativos de la perplejizante existencia humana.

Es la ucronía, o historia de lo que no sucedió, la que nos lleva a tratar de reconstruir vivencias que no sucedieron para que nos demos la explicación que creemos merecer y que en realidad nunca encontraremos, pero la buscamos incansablemente en el curso de nuestra vida. En ella pagamos un precio demasiado caro cuando el reparto es desigual porque muchos quedan en el camino y otros siguen, pero todos tratamos de encontrar un sentido racional al pasado para diagramar alguna que otra certeza en el eterno terreno de las incertezas. Ese ser que tiene una enfermedad mítica y que se le manifiesta en forma de cóndor alado cuando sufre ser Domingo Juan para que posteriormente se convierta en cauta serpiente que debe reptar entre los entresijos de una realidad patética cuando se convierte en Juan Domingo es lo que cotidianamente nos habita en este mundo y que nos desconcierta cuando a pesar del tiempo transcurrido, observamos que nos siguen pasando las mismas cosas que le sucedían a ellos, porque nos exiliamos, volvemos, nos enfrentamos, nos reconciliamos, estremecemos al mundo con el ingenio y genialidades y somos capaces de recrear la Vuelta de Obligado a la manera de Malvinas, no por la decisión insensata de un comediante disfrazado de general, sino por la potencialidad de un pueblo que quiere lo suyo y de soldados que salen a derramar sangre inmaculada por el ideal de que somos capaces de enfrentar vigorosamente a cualquier usurpador que se atreva contra nuestra soberanía. Esa soberanía que viene de Super Anius que quiere decir más alto, siempre más alto, ¿acaso ha habido una mente más alta que la de Domingo Juan? Considerado El Everest del pensamiento americano del siglo diecinueve, pero que su capacidad de visión y de creación no se detiene en ese siglo sino que supera al tiempo, al espacio y a la admiración. Es el encantamiento y las alas del mito, la sabiduría y el guía que no se equivoca cuando señala el camino a seguir si es que un pueblo no quiere niños desnutridos y escuelas que estornudan porque tienen los pies descalzos. Espíritu fogoso y refulgente que encandilará con su pluma a pensadores como Octavio Paz en el siglo siguiente y que será la cima más alta, la que brillará con los fuegos artificiales polícromos en el festival de la inteligencia. Pero para que los pueblos alcancen esta luz, a lo mejor necesitarán siglos, porque en el siglo siguiente hay un atisbo de comprensión, hasta que todo se derrumba en la inconstancia y anarquía. Aparecerán algunos impostores de la restauración pero se agotarán en su propia caricatura, el pueblo volverá los ojos siempre a Domingo Juan y lamentablemente hacia Juan Domingo para que se escriba otra vez con sangre, lo que ya estaba escrito en esas tablas sagradas de la ley, cuando el alter ego, hablaba de educar al soberano, porque la ignorancia es letal y cuando se convierte en ignorancia combativa se llega al sinónimo brutal de la maldad. Algunos confundirán ignorancia con humildad, pobreza con trabajo y sabiduría con arrogancia, es la típica confusión cuando en la integración del mito, el cóndor repta y el reptil pretende volar.

Domingo Juan ya se ha graduado de educador, de apóstol y de profeta. Será el más visionario de todos, constituyéndose en la esperanza de un porvenir mejor, aunque no siempre se cumplirán sus profecías, no por su falta de visión que le sobra sino por la mediocridad que siempre estará impidiendo cada uno de sus comportamientos, de todas maneras su obra está cumplida porque con un pasado pendiente en un país eternamente a realizarse, se adelanta en el tiempo y se adueña del futuro. Se apagará lentamente en el vecino país del Paraguay y su figura será polémica hasta  con los huesos de ultratumba, porque a fines de los años ochenta del próximo siglo cuando cumplía cien años de muerto, el senado saca una ley para trasladar sus restos a la ciudad de San Juan. Pero increíblemente se forman lobbyes para impedir este traslado por parte de muchos ciudadanos, entre los que figuran sanjuaninos, quienes no aceptan no porque lo rechacen al prócer sino porque consideran que su lugar ideal es donde está por encima de una provincia que siente inseguridad de ser anfitriona de sus grandes muertos.

En el caso de Juan Domingo muere sumido en la miseria en Inglaterra y después de siglos de polémicas y debates estériles por los seguidores que querían traerlo y quienes lo rechazaban, finalmente lo repatrían y lo traen a estas tierras cuyos habitantes se caracterizan en exiliar mentes brillantes, repatriar muertos, indultar despreciables y promover indeseables. Habrá que analizar si este ser partido por la mitad y que podría creerse que se complementa ha sido necesario para la supervivencia de estos pueblos o si de las dos partes hay una que sobró porque de no haber existido, el pueblo se habría realizado en proyectos mucho más prósperos. Algunos pensarán así, aunque otros discurrirán, pero lo cierto es que lejos de pensar que  ambos seres son los autores, digamos que con mayor aproximación, son  íconos de una sociedad partida por la mitad y que cada una representa sentimientos y pensamientos antagónicos. En este caso hay intelectuales que han querido reconciliar a estas dos partes de un mismo ser, y otras han querido respetar las diferencias acérrimas como los caracterizaron en vida. Lo cierto es que por encima del tiempo y de todos los vaivenes humanos, nadie, hasta ahora consiguió nada porque los problemas están intactos y las diferencias parecieran haberse ahondado. No es un ser partido por la mitad y si es así deberíamos dejar de preocuparnos porque esa esquizofrenia no tuvo cura. Cada uno fue y murió como fue y nada cambiará lo que ya se vivió, lo que queda es tratar de respetar a cada uno según su historia, la herencia, las circunstancias en que se formaron y a lo mejor llegaríamos a la conclusión, de que ambos son artífices y víctimas de sus propias decisiones de acuerdo al momento que les tocó vivir y con las capacidades y carencias  que tuvieron que enfrentar.

En el caso de Domingo Faustino Sarmiento no cabe dudas y debería ser aprovechado como luz de esclarecimiento sobre nuestra razón de ser argentina, de que fue un profeta y uno de los oráculos más extraordinarios de todos los tiempos, no revalorizado hasta ahora inexplicablemente por el conjunto de la población, salvo algún busto maculado de plazas olvidadas, pero que los intelectuales de este país deberían abocarse al trabajo de reconcientizar a la sociedad sobre la profunda incidencia que debería tener el pensamiento de un ser fuera de serie que luchó para que la mente se educara, nada más y nada menos. Hoy algunos autores extranjeros como el intelectual francés Regis Debray(el que dicen que entregó al Che Guevara) que hablan de la demopedia o democracia de la pedagogía, nada nuevo si conocemos profundamente la historia de quien hizo de la enseñanza un culto y devoción.

En el caso de Juan Manuel de Rosas, le cae el mismo sayo porque hay que tener en cuenta también  las circunstancias que le tocó vivir y si en su lugar no hubiéramos hecho lo mismo, aunque definitivamente nos quedamos con el espíritu o alas y no con el reptil y realidad del mito, creemos que definitivamente el hombre como mito debe complementarse para saber encantarse como Don Quijote aún cuando su servidor le insista en que va enjaulado y no conducido por seres encantadores. Cada uno hizo lo suyo, bien o mal, complementaria o en las antípodas, con seguidores y detractores, con ambiciones y actos fallidos, aunque lamentablemente con el paso de siglos y cruzando el puente entre milenios el pueblo no supo asimilar esa restrospectiva que hay que tener con trascendencia de la lucha por la adversidad para comprender mejor el drama, la tragedia y la aventura humana. Quizás en los próximos siglos se llegue a esta comprensión, aunque desde el acontecimiento decimonónico pasará un siglo más y otro más pero no habrá revisionismo para encontrar la identificación con esa delgada línea del criterio histórico que se inserta en el mínimo común racional de una población para saber alquimizar las sustancias diversas que vienen del  río del pasado y que sirvan de dique de contención para canalizar nuevas energías. Imprescindibles para afrontar el futuro con el vigor de los pueblos que pretenden ser los conductores de la humanidad, de lo contrario las escuelas irán desapareciendo, serán sustituidas por cárceles, del cuerpo y del pensamiento, las iglesias se vaciarán por falta de fieles y sus habitantes deambularán como parias por el mundo ofreciendo lo que no tienen, porque el afecto por la tierra, el desarraigo tarde o temprano reclama para que la raíz vuelva a colocarse en su lugar, la hondura. La contradicción está a la vista sin que exista racionalmente el problema sino la fabricación de los problemas por no tener problemas en una tierra pletórica de recursos y de expectativas. Así sin escuelas, sin conocimiento ni educación ya en el siglo 21, habrá que esperar para observar sin asombros, que la invasión se habrá producido sin  la resistencia del hombre que estuvo en la Vuelta de Obligado. En este caso la colonización seguramente se hará, no penetrando por los ríos, sino por las neuronas, cuando el custodio de la inteligencia, siga exiliado en Chile o en la apatía de sus descendientes.

En el caso de Juan Domingo, quedará disociado para la posteridad como quien fue traído de Inglaterra y el tres veces presidente argentino del siglo 20 que con su mujer, también convertida en mito, serán destinatarios del ultraje y mancilla de sus cadáveres por parte de quienes creen que con la muerte no alcanza, nunca alcanza.

Y Mientras el río se lleva a Amanda, luego la antropóloga no soporta el “manto” de impunidad, la cristiana que muere inmolada, y Camila que entrega su corazón a las balas, aparece doña Dominga que teje sueños y cruza cordilleras a lomo de mula en busca de su hijo.

La Argentina sigue siendo una mina que vale oro.

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