Ellos partieron en la madrugada dejando atrás la locura de una noche diluviando champagne. La coupé que era un regalo del padre de la novia devoraba distancias cuando los dos ya se habían convertido en un solo ser. Avanzada la madrugada creyeron que ya eran los dueños del universo y por fin se consumaba el amor que los esperaba con los brazos abiertos. Toda una vida por delante, jóvenes, apuestos, el mundo les daba paso con gestos de cortesía mientras el sol dormía su noche estelar.

Ella quiso manejar, el la dejó retozar, la música los embebía de la felicidad de las cosas nuevas, ésas que nos hacen creer que todo es para siempre. Vencieron el cansancio y la aventura avanzaba contra cualquier desafío cuando la madrugada de la juventud nos alienta a embestir todo lo imposible, cuando solamente las alas del amor nos dan el vuelo infinito más allá de las rutinas del mundo. No existen ni existirán arrugas que se conviertan en avenidas profundas hacia la decadencia; el amor es un somnifero engañoso y empalagoso. Como un caballo desbocado el porche vencía el camino de montaña y los esperaba aquella casa azul entre las nieves y los lagos más profundos. que pasa? dijo ella, por qué nos detenemos?. No es nada mi amor, hay mucha nieve, vamos a tener que aminorar la marcha. pero la nieve se acumulaba hasta que el caballo de acero negro debio detenerse. No podían hacer marcha atrás, solamente se percibía la voracidad de los precipicios. El trató de calmarla, pero ambos sabían que las ilusiones comenzaban a congelarse. Sintieron frío, un frio azul que como un gigante comenzaba a devorar lo que hasta hace unas horas era el paraíso, único, definitivo aunque fugaz, alucinante…todo habría sido un espejismo. La calefacción no derretía las sombras de la tragedia. La batería exhaló sus ultimas energias. El frio ahora los quemaba. Las lágrimas de la novia se congelaban la impotencia de él ahora era la luz del final del tunel. La ropa quemaba, comenzaron a desnudarse, todo quemaba, el frió se burlaba del calor y se convertía en fuego. Hasta que solamente se escuchaban las quejas del dolor desnudo. El asiento, los roces, no se les permitía ni siquiera acariciarse, porque estaban ardidos de frío.

Una mano ruda comenzó a limpiar el parabrisas cuando el sol se desperezaba. Un hombre corpulento miró hacia adentro, retrocedió y casi trastabilla, pegó un salto y se subió al camión. Con los ojos llenos de asombro quería hablar y no podía. El compañero le dio un mate, que viste? le preguntó. Dentro de ese auto hay una pareja totalmente desnudos, como queriendo y no pudiendo abrazarse.

Dicen que a veces, algunos camioneros cuentan que en las noches de luna llena, se ve bailar a unos novios acompañados de cisnes, sobre uno de los lagos. Y cuentan que bailan sobe un marco bellísimo con ecos musicales que vienen de otros siglos…bailan..pero no se tocan!!!!.

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