POR SUS OBRAS LOS CONOCEREIS
Imposible imaginar en detalles, los términos en que llegaron a un acuerdo electoral, quienes ganaron las elecciones de octubre de 2019, y que hoy son gobierno nacional. Se pusieron de acuerdo entre quienes tenían (al parecer) diferencias irreconciliables. Solo por recordar algunas, Alberto Fernández decía que Cristina Kirchner tenía al menos dos maculas en su gobierno: el escándalo de la impresora de moneda de Chiccone (que encabeza Amado Boudu), y el memorándum con Irán (que involucra a Parrili y Zanini). Sergio Massa por su lado daba por hecho que los Kirchner eran unos delincuentes, y que de llegar al gobierno iba a meterlos presos. Estos que solo son algunos de los hechos que al parecer los distanciaba, ocupan varios juzgados, decenas de causas, miles de folios y varios casos elevados a juicio oral, pues tienen ya semiplena prueba.
Hasta aquí hay ya material suficiente para varias novelas y también alguna serie. Y se puede recurrir a ellos porque están materializados no solo en expedientes en los distintos juzgados, sino también en los famosos cuadernos, que a modo de GPS describen la ruta del dinero K. Material suficiente no solo para un director de cine de experiencia, sino también para los más novatos. Tanto material de noticias que parece nublar el cielo, tanto que puede empachar a las mentes más distraídas y llegar a confundir la verdad con el relato.
Pero lo que cuesta imaginar es lo que sucedió en un cuarto muy reducido, con tres actores principales, Cristina Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández adentro. Porque es de suponer que actores principalísimos de una Democracia Republicana, como La Constitución y La Ley, con sus principios y valores quedaron afuera. Se puede deducir que dentro quedo la conveniencia de los actores principales, y quedo del lado de afuera lo que corresponde, con las consecuencias que de ello se desprenden. Los términos del acuerdo que sellaron la conformación del Frente de Todos son de tal magnitud, que de seguro no están escritos, ni siquiera en la intimidad de una escribanía o un sobre lacrado en alguna caja de seguridad. Están en la conciencia de los actores principales, si es que estaban conscientes, porque este acuerdo con seguridad no se hizo a Conciencia.
Por el sapo que se comieron Fernández y Massa, uno comienza a pensar que lo que acordaron fue muy grosso, con extremos que tocan lo más bajo, y acuerdos de la peor baja estofa. Tan bajo, por eso es difícil de imaginar, pues supera toda ficción. Solo pensemos que los que denunciaban a Cristina no lograron convencerla de ser la responsable de los hechos que le endilgaban. Es más ella se los reclamo en una carta pública. Y ellos (los denunciantes) se desdijeron y ahora defienden a la vicepresidenta. La contundencia de los delitos probados a la gestión de Cristina Kirchner había convencido durante años a Sergio Massa y Alberto Fernández de la veracidad de los hechos, pero en un tiempo record, cambiaron, de abogados acusadores a abogados defensores, pero con títulos superlativos, pues fueron designados como presidente de la cámara de diputados y presidente de la nación respectivamente. Estos títulos no son poco, pero no alcanzan. No son suficientes porque las personas de cada uno de ellos quedan tremendamente deterioradas por semejante culebrón. Más allá de las personas, los primeros actores, cada uno aporto su caudal de votos, con dirigentes incluido. Ahora de nuevo cuesta imaginar con que argumentos cada uno de los personajes principales, convoco a sus dirigentes, que por el mismo motivo se habrán comido la cantidad de sapos equivalente a la cantidad de dirigentes en cuestión. A su vez imaginemos con que argumentos estos dirigentes llegaron a las bases, para explicarles con idioma sencillo, pero convincente, de que ahora debían juntar fuerzas sin distinción entre denunciantes y denunciados.
Más temprano que tarde las facturas llegan y los compromisos hay que honrarlos. Aunque todo esto de honor tenga poco o nada. Quien arreglo por la Presidencia de la nación ya se cobro, quien lo hizo por la Presidencia de la cámara de diputados, también. Los nombramientos, contratos y otras yerbas para los dirigentes están en trámite; y la interminable diversidad de planes hará realidad las promesas electorales de las bases. De trabajo, progreso, libertad ni hablemos. Para esto solo un ejemplo: los dirigentes que administran políticamente dichos planes deben estar prestos al momento de recibir la orden de los mandos superiores, ya sea de movilizar, o ir a votar. Aquí no hay un no por respuesta, sino el castigo es dar de baja al plan. Falso cuando dicen que los planes pueden trabajar. Estos dirigentes jamás lo permitirían, pues si trabajan y los convocan para tal movilización, podrían contestar que están ocupados y no pueden ir. Estos dirigentes necesitan planeros pobres y sumisos. Hasta aquí un resumen del círculo vicioso de la inversión en planes y la falta total de resultados. Una maquina muy efectiva para ganar por un lado, y por el otro una fuerza destructiva de la capacidad como país. Más planes igual a más pobreza.
Y lo más difícil, y en lo que ponen el mayor esfuerzo, es salvar a Cristina Kirchner de la Justicia, reforma judicial mediante. Aquí quienes antes creían innecesaria una reforma, hoy son los primeros reformistas. Pero el resultado no será tan fácil, como la generación de pobres, pues la Argentina tiene ya una matriz y produce pobres en serie. Destruir a la República será un escollo infranqueable, que pondrá a prueba los términos inimaginables del arreglo entre los Fernández y Sergio Masa.