Nadie le puede exigir a Ricardito Alfonsín que tenga la envergadura de su padre, sería injusto además, él tiene que ser él de lo contrario se reduce a la condición del típico portador de apellido. Que sabemos del embajador argentino en España. Lo conocí poco cuando Alfonsín era presidente, generalmente no acompañaba a su padre. Pasó el tiempo y estuvo en esta provincia hace unos seis años, más o menos. Dio una conferencia de prensa, lo escuché con atención y recuerdo que mi pregunta era dirigida a la concentración de feudos que generalmente atentan contra el periodismo de verdad para mantener a la población desinformada. Me contestó lo siguiente: bueno pero también hay excesos por parte de la prensa asi que les pido que no jueguen con eso, descarten cualquier persecución y no digan cosas que no existen. la respuesta confirma que según una anécdota mientras el padre ya se perfilaba para ser el político más importante de la Argentina, Ricardito era un niño y mientras Raul se bañaba, del otro lado de la cortina Ricardito le recitaba obras de Shakespeare o los versos de Gustavo Aldolfo Becker. Entonces fui a hablar con el doctor Marún al Sirio Libanés y le pregunté sobre las diferencias siderales entre padre e hijo. Y me contestó: Y que queres Juan Carlos, no es Raul Alfonsín, es Ricardito nada más!!!. Hace unos diez años criticaba fervientemente al Kirchnerismo y sostenía que no les creía absolutamente nada. Y de repente, triple salto mortal, panqueque, cae parado y hoy es el embajador argentino en España que gana 15.000 dólares por mes, vive como un dandy, no esperemos que aumente la actividad comercial ni cultural entre los dos países pero algo tenía que decir; perdón al radicalismo; no lo hizo pero aduló a sus patrones afirmando que quienes salieron al banderazo del 8/11 son quienes perdieron las elecciones. Pero juzgar desde allá, la calentura, la bronca que tienen los argentinos por las travesuras de la vicepresidenta y que él parece desconocer porque prefiere levantar los vidrios polarizados para no ver lo que sucede en su país, es por su historia la confirmación de que siempre se comportó como un nabo, berro silvestre insípido que se debe pasar todo el tiempo recitándolo a Becker.
Los argentinos siempre vamos a estar endeudados mientras dilapidemos los recursos en inutiles a sueldo como este personaje que milita en el partido donde está el patético Leopoldo Moreau que por orden de la vicepresidenta sale a criticar a la ministra de Justicia. La argentina es un malentendido, una sobreinterpretación de la realidad, una alquimia, una barco semihundido que según la fuerza de la marea, a veces lo muestra como queriendo emerger, pero que se vuelve a sumergir.