En el calendario Cristiano y Laico, hoy febrero de 2223 se celebra nacimiento, vida y muerte del mártir Lucio, quien en su corta pero intensa e inquietante existencia vino al mundo a devolver con alegría, amor e inocencia, la perversidad de los mercaderes del dolor. En su breve paso por este mundo, la historia registra que vivió en la provincia de La Pampa, Argentina, quien fue parido y abandonado por su madre al irse de mochilera en connubio con otra mujer que renegaba de su género. Lucio mártir se quedó viviendo con su padre y abuelos, siendo la alegría de la familia y del vecindario, disimulando sublimemente el incipiente abandono de su madre. El vacío, la oquedad fue llenado con el cariño de todos quienes se le acercaban por su magnetismo pletórico de vivacidad y su condición de zahorí como todo niño que puede ver la otra cara de la luna y de las cosas, que los adultos no ven. Según la historia, su madre y amante volvieron y pidieron la tenencia del niño por una cuestión de subsidio, y la jueza les concedió el pedido.

A partir de esa decisión la gloria del reencuentro con su madre se volvió sombría y comenzó su martirio siendo golpeado y maltratado permanentemente por su madre y su padrastro mujer según la relación lesbiana de la época. Pero lucio no dejó de jugar, de enseñar que la vida se saborea mejor cuando la humanidad entienda que todo es un juego de sabores, colores y emociones. El martirio continuó porque las amantes comenzaron a verlo como un obstáculo, no obstante lastimarlo y cambiar de hospitales, negando la madre las visitas del padre para que no viera las heridas del niño.

Completamente desaforadas y psicópatas sin el sentido del dolor decidieron golpearlo por todas partes del cuerpo, violarlo de la forma más cruel, hasta el punto que ningun animal podría atreverse a tanta crueldad. Entonces su cuerpito no soportó la última golpiza, cuando una vecina escuchó gritar a la madre de parte de su amante: ¡cagalo a palos porque yo lo voy a matar!. Lo llevaron muerto al hospital y no pudieron engañar a las autoridades. Fueron detenidas y sentenciadas. Lucio mártir desprendió su ser de tanto infierno y voló como su primer barrilete. Un tiempo en aquellos años que parecía que Herodes volvía reencarnado en tanto escarnio por la cantidad de niños que eran muertos, muchos por sus padres.

Con el correr del tiempo como un mito el mártir se instaló en la conciencia humana y es venerado por las familias que piden protección para los niños desamparados y maltratados. Su chispa, el destello de su ser, se refleja hoy en su rostro que tiene la particularidad después de dos siglos de su paso por la tierra cuando se lo observa, parecerse a alguien que está vivo, dejando el sentimiento de que venció a la mismísima muerte.

Lucio Dupuy, mártir, se lo recuerda como el niño que solamente quería vivir con su mamá, su papá y abuelos. No le hicieron lugar en este mundo, en el que naufragan la inocencia y los juguetes.

 

JCM

 

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