UN FRAUDE INMORAL
Gracias a la hiperconectividad (no son todas pálidas), ayer todos los argentinos tuvimos la oportunidad de escuchar las contradictorias declaraciones (bajo juramento) del presidente Alberto Fernández en el juicio por la obra pública de vialidad, que tiene como acusado entre otros a Cristina Kirchner. En vivo y en directo, por todos los medios, pudimos observar al señor presidente de la Nación contradecirse respecto de sus declaraciones (publicas) entes de ser designado candidato a presidente. Hasta hace casi 3 años tenía clara convicción del des manejo de la administración de la entonces presidente de los argentinos, llegando a situaciones y hechos claramente delictivos en el manejo de los fondos públicos, donde nombra a Lázaro Báez como uno de los cómplices en este “des manejo”. Declaraciones públicas que tienen un peso especifico por ser un profesional del derecho, preparado en la interpretación de las normas jurídicas que rigen el orden público, que conoce las potestades y los limites que estas normas imponen a los funcionarios públicos, en resguardo de los intereses de todos los argentinos, particularmente en el manejo de los fondos públicos. Estos fondos públicos son el producto del esfuerzo de todos los argentinos que pagamos los impuestos, cumpliendo con nuestra obligación solidaria de sostener al Estado, para tener el derecho a los servicios que el Estado tiene la obligación de prestar, y que tiene que ver con derechos tan sensibles como la Educación, Salud, Seguridad, Vivienda, rutas, etc. Donde la falta de cumplimiento por parte del Estado de estas obligaciones, casi sagradas, significa que muchos argentinos se quedaran sin acceso a la educación, y con ello serán condenados a vivir el resto de sus vidas como ciudadanos de segunda, frustrando las expectativas y potencialidades de cada ser humano y las consecuencias sociales multiplicadas. Otros pagaran con sus vidas el crimen del desvío de fondos, que de haberse aplicado correctamente, habrían salvado esas vidas; y así con los sucesivos dramas que la corrupción, como un cáncer social, va extendiéndose a todo el tejido social y se expresa en una angustia cada vez más generalizada entre los argentinos.
Cumple así Alberto Fernández, con los requisitos que Julián Marías propone para su definición de Inmoral Intelectual. Aquella persona que teniendo los conocimientos suficientes del tema, los contraria, se desdice, para sostener lo contrario. El inmoral intelectual tiene todos los conocimientos para servir a su sociedad en estas capacidades, en el caso que nos ocupa, una persona que estudia en una facultad que pagamos todos cumpliendo con nuestra obligación solidaria de sostener el Estado, facultad que lo habilita para el ejercicio de esa profesión, la que debe ejercer de la forma más leal al saber del que fue imbuido, también solidariamente para con la Sociedad toda que solvento los gastos del trámite. Agrava esta situación, la condición de profesor de dicha facultad, pues agrega a su peso especifico un valor extra, pues en ese ámbito debe predicar con el ejemplo, único modo de ejercer autoridad en los conocimientos que infunde a futuros pares, quienes en el aula o luego de egresar y en cualquier momento podrán reclamar y denostar la actitud contraria a la razón, siendo casualmente el derecho un edificio basado en la razón.
Frente a esto, los argentinos de a pie, tenemos una gran cantidad de sensaciones y sentimientos, todos negativos, entre otros sentirnos defraudados por quien usando nuestros recursos para llegar a ser un profesional, ejerce su profesión tan lejos de la solidaridad como de la razón, confundiendo a todos los que puede, cuando su función es poner luz sobre los hechos para que se haga justicia, única forma de Paz entre los argentinos.
También es un fraude el presidente como funcionario, pues gracias a sus declaraciones de ayer (bajo juramento) y en repetidas oportunidades, quizá para aquellos que tienen específicamente “problemas de comprensión”, dijo que él no tenía posibilidades de saber si las inversiones que el presupuesto establecía, se ejecutaban específicamente. Con lo cual el declara su limitación personal para desempeñar el cargo que ostenta, con lo cual si esto no es un fraude, que es entonces. Cuando firma el proyecto de presupuesto nos hace sospechar que no es de su propia cosecha y que ni siquiera lo ha leído. Es un fraude cuando anuncia obras o las visita durante su construcción. Y el colmo de los fraudes cuando las inaugura sin saber cómo se han hecho.